miércoles, 8 de diciembre de 2010

ENSAYO GENERAL DEL LIBRO “PSICOLOGÍA DEL MEXICANO”.

ENSAYO GENERAL DEL LIBRO "PSICOLOGÍA DEL MEXICANO".

Rasgos de la personalidad del mexicano.
Acercamiento general.

Como mexicanos nos hemos dado cuenta de que actuamos de manera diferente a otros grupos culturales, es decir, sabemos que somos distintos a los estadounidenses, a los japoneses, a los alemanes. ¿Alguna vez hemos preguntado por qué actuamos de una forma y no de otra? ¿Por qué sobresalimos? Y si lo hacemos ¿Por qué sólo a nivel individual, como en el caso de los marchistas o los clavadistas olímpicos? ¿Por qué nuestro equipo de fútbol parece que llega a destacar en los grandes campeonatos y el final se queda en la raya? ¿Por qué fallamos en los penaltis? ¿Por qué hay un sentimiento de inferioridad? ¿Cuál es el motivo por el que como hijos nos quedamos bajo protección familiar hasta después de los 21 años, a diferencia de los estadounidenses que logran su independencia económica a los 18 años?
Para obtener las respuestas a tales preguntas, debemos empezar a conocernos a nosotros mismos, nuestros antecedentes históricos y culturales que dieron origen a los mexicanos que somos hoy.
Cabe aclarar que los datos que a continuación presento principalmente están relacionados con los mexicanos del centro del país, que gente del interior comparte, es cierto, pero también hay variación debido a los antecedentes culturales y étnicos de las regiones que conforman la propia cultura de nosotros los mexicanos. Recordemos que los pueblos mesoamericanos estaban integrados por diversas etnias como los aztecas, los tlaxcaltecas o los mayas, sólo por mencionar unos cuantos. Por ello, el mexicano tanto de Sonora como el de Yucatán comparte rasgos con el del centro del México, aunque sus antecedentes los diferencian.
Los beneficios que se obtendrán al conocer nuestros rasgos psicológicos no ayudarán a aceptarnos a nosotros mismos, valorarnos más, modificar nuestras características indeseables, comprender la conducta ajena, mejorar la relación con otras personas, aprender a trabajar en equipo y revalorar la cultura haciendo hincapié en valores positivos como nuestro sentido de familia.

Antecedentes.
Tenemos que conocer que como mexicanos del siglo XIX estamos compuestos de tres elementos: el indígena, el español y el anglosajón.

El componente indígena.

La gente del centro de México estaba acostumbrada a que los pueblos más poderosos les impusieran su cultura, a recibir órdenes de otros; un ejemplo es el imperio azteca, que sometió a sus vecinos. Además de exigir sumisión a los conquistados, los aztecas creían en ciclos de vida de 52 años, cuyo término implicaba una destrucción total, y volvía a comenzar un nuevo ciclo, la época cósmica del Quinto Sol, y se esperaba el retorno del dios Quetzalcóatl, que vendría por el oriente. También creían que el hombre había sido creado para servir a los dioses. En este sentido, uno de sus dioses más importantes, Huitzilopochtli, el Sol, perdía sus fuerzas al atardecer, y al cruzar el mundo sombrío de la noche había que reforzarlo y alimentarlo con sangre humana, la fuente de la vida. Lo anterior explica porqué de los sacrificios humanos. Asimismo, es conveniente mencionar las ofrendas de los desollados como ofrenda para el dios de la agricultura Xipe Totec, de doncellas elegidas para ser ofrendadas a Tláloc y las rudezas del juego de pelota. Lo anterior explica por qué era un pueblo sometido al dominio de una sociedad fuertemente estratificada, dependiente de los dioses, así como una actitud fatalista y resignada de su expectativa de vida.

El componente hispano.

Los actores de la Conquista fueron, por un lado, soldados audaces y aventureros, gente ruda, ambiciosa y sin escrúpulos; por el otro, frailes misioneros; la más de las veces, gente servicial, pero encerradas en sus dogmas, con caracteres débiles y apocados ante la milicia y el gobierno, no así ante los indios. De esta forma, la Iglesia católica fue solidaria de todos los abusos del régimen colonial, razón por la cual la Corana española consolidó la dominación civil y eclesiástica, desde el palacio virreinal y el palacio arzobispal.
Tanto la cruz como la espada tenían tres motivos para encontrarse lejos de sus tierras; el poder, la aventura, las riquezas y la explotación; la convicción de realizar la tarea de civilizar a apersonas bárbaras, y el propósito de evangelizar, es decir, de llevar la fe cristina a paganos sumidos en burdas idolatrías.
Los misioneros piadosos y bien intencionados fueron, sin quererlo, el instrumento definitivo de la dominación; al desarticular el equilibrio de un sistema de vida coherente y estructurado contribuyeron, más profunda y radicalmente que los militares y civiles, a destruir el mundo que quisieron defender. Por otro lado, al regalar Hernán Cortés, a sus soldados y a sus amigos las tierras arrebatadas a los aborígenes, legítimos propietarios, creó, sobre la base de la rapiña, la propiedad privada y cortó a los naturales el cordón umbilical de la tierra.

El encuentro de dos culturas.

Tal hecho en verdad fue un choque violentísimo, brutal, destructor, sin finalidad de dialogo, razón o respeto, una guerra despiadada cuyo resultado fue un sincretismo, es decir una mala mezcla de dos culturas.
Los indígenas, bajo tan abrumadoras circunstancias, cayeron en un vacío existencial absoluto y en el desamparo más desolador; habían perdido todo lo suyo y no lograron entender lo nuevo, lo advenedizo.
Bajo estas condiciones nació el fruto de esa mala unión, el mestizo, hijo de la india violada y, por lo mismo, devaluado, rechazado, despreciado, quien, junto con el indio cristianizado, se vio obligado a buscar en la fe católica un sitio en el cosmos.
La mayoría se dejó apabullar por el conquistador vencedor, pero siempre iban a subsistir los Cuauhtémc, luchadores heroicos auque vencidos, listos para enarbolar la bandera de la protesta.

Los traumas de los mexicanos a través de los siglos.

Aquí se destacarán los aspectos socioculturales en la génesis de los traumas de los mexicanos a lo largo de la historia, así como el efecto que eso ha provocado en nuestra conducta colectiva e individual.
El primero de los traumas lo sufrió el indígena, quien después del protagonismo de la Conquista fue objeto de aniquilación, casi del exterminio.
El segundo se centra en la mujer indígena que, al unirse forzadamente al español, traicionaba a su raza y su cultura; los mestizos crecían a la sombra de la madre y lejos del padre. Desde entonces la familia mexicana sufre de exceso de madre y falta de padre.
El mestizo era entonces un auténtico "hijo de su madre": no era aceptado en el mundo criollo al que aspiraba, ni estaba integrado en el mundo indio que podía ofrecerle seguridad y calor. Observo que durante la Conquista emerge el indio como protagonista del choque con los europeos, en tanto que durante la Colonia es la india quien toma el papel principal.
En tercer y cuarto lugares tenemos traumáticas y pavorosas epidemias que diezmaron a la población, los trabajos forzados en las minas, así como en la construcción de palacios, templos y enormes conventos.
Para un mejor control político, un eficiente cobro de tributos y una mejor evangelización, el gobierno virreinal tuvo la ocurrencia de juntar a los indígenas en poblaciones de traza europea, que poco o nada que ver con las actividades que éstos acostumbraban, obligando al indígena a hacer los trabajos que el español quería, sin reconocer la especialización de su trabajo.
Hacia fines del siglo XVIII toman forma los movimientos a favor de la independencia. En 1810, apoyado por los criollos del clero bajo (despojados de sus privilegios), quienes alborotan a mestizos y aborígenes, Hidalgo logró reunir a la población utilizando como símbolo religioso y patriótico el estandarte de la Virgen de Guadalupe para enarbolar el movimiento independiente. A este esfuerzo se unieron la nobleza y el alto clero novohispanos que en 1820 habían sido despojados de sus privilegios por España. Adoptaron con pasión la causa del movimiento y le encomendaron a Iturbide que pactara con Guerrero para así consumar la independencia. En cierto modo los indígenas consumaron la Conquista; y los españoles, la Independencia.
En 1847, 26 años después de la Independencia, México sufrió la mutilación de más de la mitad de su territorio, hecho que en la psicología del pueblo se ha vivido como una castración. Los causantes fueron los vecinos del norte, quienes hoy se muestran tan interesados en nuestro bienestar.
Después tenemos que la constitución de febrero de 1857 establecía que se absolvería en la confesión a cualquier católico que hubiera jurado la Constitución si no presentase una retracción pública. Nuevo trauma para la conciencia religiosa del pueblo que se ve ante la disyuntiva: ¿enemigo de mi religión o enemigo de mi Estado?
Luego viene el Porfiriato, un hombre, Porfirio Díaz, permanecería 31 años en el poder. En este tiempo, aunque hay orden social, existe un tremendo contraste entre la soberbia aristocracia y la lacerante miseria de los peones acapillados que son explotados en las tiendas de raya.
En 1910, con un movimiento revolucionario, se desquicia el orden social del Porfiriato. Se proclaman la justicia, la democracia y la libertad. El movimiento fue encabezado por Madero, quien quedó atrapado en las garras del régimen vencido, lo cual hizo que surgiera un nuevo status quo, resultado del privilegio y de la injustita social.
En los años setenta del siglo XX, después del descubrimiento de nuestra riqueza petrolera, nos enfrentamos a otras calamidades: las devaluaciones del peso y la galopante inflación. Para terminar con la cadena de traumas a nivel colectivo, ahora tenemos el control de la natalidad y el aborto.

El elemento anglosajón.

Al correr los decenios del siglo XX, México se vio sometido por otra conquista, el neocolonialismo de poderoso vecino del norte, que nos ha invadido con su diplomacia, sus transnacionales, su consumismo, sus espectáculos, sus modas, su lenguaje, su american way of life, lo cual ha hecho surgir actitudes ambivalentes: de admiración y de coraje, de envidia y de rechazo.
Sabemos que el coloso imperialista nos domina, nos controla, manipula nuestra economía y nuestra política, que la gesta nacionalista que tanto nos enorgullece –la expropiación petrolera- "fue promovida por los estadounidenses para expulsar a sus competidores europeos en México, provocar una disminución de los exportadores de petróleo y lograr una dependencia tecnológica petrolera de México hacia Estados Unidos.

Nuestra psicología profunda.

Algunas de las características más sobresalientes y predominantes de los mexicanos son las siguientes:

  • La crisis de identidad y las ambivalencias. Se entiende por identidad nacional la conciencia de determinados rasgos compartidos por una colectividad y la aceptación de un estilo de vida, que incluye un peculiar sistema de normas y valores. Esta identidad fue imposible en la época de la Colonia, pues el mestizo fue considerado hijo de una mujer burlada, y por lo mismo devaluada de quien recibía calor, afecto y protección, pero que representaba lo despreciado. Entonces emergen sentimientos ambivalentes de amor y odio sólo hacia la mujer, pues al padre, español o criollo, no se le conocía. La crisis de identidad toma formas de disimulo, como el importamadrismo, que es una manera de burlarse de sí mismo, o el mostrarse muy hombre y desafiar peligros innecesarios. También es posible mencionar el lenguaje procaz y los desplantes de superioridad cuando menospreciamos a los indios, a los provincianos y a los "nacos". En general, tales poses son mecanismos psicológicos compensatorios para tapar la debilidad, el desconcierto y la confusión. El mexicano es un hombre que, enmascarado, busca tapar la dolorosa huella que han dejado siglos de manipulación y mentira política, así como aquello que nos han hecho creer en cuanto a que somos inferiores e incompletos. Por fortuna existen otros recursos para buscar y afirmar la identidad nacional, como los símbolos nacionales (la bandera, la Virgen de Guadalupe, el Calendarios Azteca…) pero con la condición de que sean asumidos sin fanatismo. También están la común idiosincrasia, el folclor (ballet, música popular, antojitos, películas, artesanías…), las obras de los grandes muralistas, literatos y deportistas, entre otros.
  • Actitudes religiosas. México es un país católico cuya génesis se remonta al siglo XVI cuando heredamos elementos tales como las devociones importantes de España, con líderes paternalistas e implacables que no permitían protesta alguna en contra de sus dogmas, aunado a una cultura feudal que imponía obediencia y sumisión por encima de todo. Dicha situación ha dejado en el mexicano una gran incapacidad para afrontar sus problemas. Como resultado de una conversión masiva e implacable, el mexicano tiene una religión popular que se caracteriza por una exuberante ceremonialidad comunitaria, con las procesiones a La Villa, la superstición, el fanatismo, el exhibicionismo de bodas, bautizos y funerales. La Virgen de Guadalupe, como la representación del mestizaje, se convierte en la adre segura de todos los mexicanos (la madre de la que no sentimos vergüenza, ni nos produce ambivalencias).
  • Esfera moral. Entre las actitudes que toma el mexicano ante la vida está el panorama ético de la población mexicana en el que destaca una nube de cinismo. Incluye la mordida, el soborno, las violaciones a nuestra constitución, la infidelidad conyugal y los fraudes fiscales, electorales, entre otros.
  • La actitud ante la muerte. Se dice que México es el único país en donde se celebra el día de los difuntos con una fiesta ruidosa, debido a la herencia cultural del significado de la muerte, es decir, no como el final de la vida, sino como un ciclo infinito; por lo tanto, existe una comunidad entre los vivos y los muertos. El mexicano ve la muerte como algo vivo; la frecuenta, se burla de ella, la acaricia, la festeja, duerme con ella como con su juguete favorito, se regala claveras de azúcar o esqueletos de alambre con el nombre del amigo y come pan de muerto.

La dependencia ancestral.

Como consecuencias de la destrucción de nuestra cultura original, nos lanzamos a buscar nuestra cultura-padre –a la madre ya aseguramos con la Virgen maría-; y al no encontrarla, empezamos a imitar modelos extranjeros. Eso es lo que hemos hecho siempre, buscar depender de otros, del gobierno (paternalismo, presidencialismo, centralismo, servilismo, etc.,), de lo divino (providencialismo, promesas y mandas para solucionar problemas), de lo familiar (padres sobreprotectores, dominantes, familias patriarcales, etc.,), del medio social (imitación de los extranjeros primermundistas). Además, tenemos dependencia de aspectos (el petróleo) y los poderosos vecinos (colonialismo cultural, malinchismo y el espanglish).
En resumen, el mexicano es una persona insegura, con baja autoestima, que ante situaciones de tensión busca refugiarse en roles preescritos. No lee literatura seria, por ello no posee ideas propias.

El fenómeno del paternalismo.

Hay en la conciencia mexicana una orfandad traumática, un fantasma del padre ausente, por lo que necesitamos una figura paterna idealizada (las visitas del papa). El padre menosprecia la mujer y contrasta su ausencia física con presencias esporádicas dominantes en las que exige el reconocimiento de su imagen del más fuerte como padre autoritario, hostil, agresivo, duro, macho, pero idealizable e idealizado. Con ésta idea crecen los hijos varones, los cuales reproducirán el modelo.
Un pueblo acostumbrado a la dominación, a la obediencia, a la represión y a la manipulación es presa fácil del caudillismo y del caciquismo. Es aquí donde se encuentra el presidente mexicano, a quien inciensa y se le rinden los elogios más exagerados. Se sigue en busca del padre ausente.

La autodevalución del mexicano.

Entre los rasgos de auto devaluación del mexicano destacan los siguientes:
  • Desdén por lo nuestro y sobrevaluación de los extranjeros que vienen a México.
  • Influyentismo y recomendaciones: no valemos por nosotros mismos, necesitamos apoyos.
  • Fanfarronería: presume hasta de lo que no tiene.
  • Antesalas e impunidad, que son parte integral d nuestra cultura; todo mundo lo sabe y todo mundo lo sufre. Psicológicamente eso significa que tu tiempo no vale, que no nos sentimos importantes, que no merecemos tomarnos en serio ni tú ni yo.
  • Despilfarro, que es otro rasgo con el queremos convencernos y convencer a los demás: soy grande, soy poderoso.
  • La basura que afea nuestras calles, plazas y carreteras, es una falta de respeto a nosotros mismos (¿ignorancia?).
  • Los diminutivos forman parte de nuestro lenguaje cotidiano: "tengo un changarrito de refacciones", "tengo que comprarme unos trapitos para el próximo invierno". También hay ciertos modos de hablar: "yo quisiera hacer notar", en vez de "yo quiero hacer notar".

La sociedad mexicana actual.

La sociedad mexicana es un mosaico de culturas, compuesta de clases sociales, castas y marginados, pero con un común denominador: un medio cultural que nos hace a todos, incluyendo a indios y criollos, culturalmente mestizos.
Somos dos naciones en una: la moderna de la minoría privilegiada (explotadores), y la de la mayoría oprimida y marginada (explotados). Por vivir en época de cambio acelerado, observamos un tenaz conflicto de fuerzas culturales, entre la tradición y las fuerzas contractuales, es decir, la modernidad.

La familia mexicana.

En las clases populares el padre sigue siendo una especie de dueño de la esposa y de los hijos. Con frecuencia hay ambiente de miedo, desconfianza, simulación, agresividad reprimida, chantajes sentimentales, resentimiento y odio. Muchos matrimonios se mantienen sólo por el miedo de la mujer a separarse.
En la relación laboral muchos obreros, sometidos al autoritarismo del "patrón", interiorizan el papel del opresor, sin darse cuenta de que están expuestos a reproducirlo en su relación de pareja. Situación semejante le ocurre al burócrata que, frustrado por mil experiencias de servilismo, llega a su casa y se desquita mangoneando a su mujer y sus hijos.

La mujer mexicana.

Primeramente madre, que esposa, se define más como protectora de los hijos que como compañera del hombre.
Su perfil psicológico: es abnegada (no vive para sí, sino para otros; es masoquista), sometida (de niña al padre y a la madre, de adulta a su hombre o tal vez al hermano mayor) y tradicionalista (la mujer tiende a simbolizar el pasado; el hombre, el presente). Es dulce, fiel, amorosa, abnegada, dependiente y no responsable de sí fuera del hogar.
Muy recientemente, por influjo del cien extranjero y de los medios de comunicación masiva, se ha ido perfilando otro tipo de mujer: la moderna, liberada, ambiciosa, manipuladora, creativa, decidida, emprendedora, que lucha por un lugar en la sociedad, aunque con sentimientos de culpa, por no prestarle el tiempo que debiera a los hijos.
De estos dos perfiles tendrá que salir el punto justo y de equilibrio para la mexicana del futuro inmediato.

Los jóvenes.

Tomamos como ejemplo de la juventud mexicana a los muchachos de la clase media, en quienes encontré las siguientes características:
  • Están concientes de ser una clase dentro de la sociedad.
  • Tienen conciencia de vivir en el país de la corrupción, y que esto afectará su trabajo y desempeño profesional (LO PEOR ES QUE NO HACEMOS NADA FRENTE A ÉSTA INDIGNANTE SITUACIÓN).
  • Critican la sociedad de consumo, pero la asimilan y viven en y de ella.
  • Se interesan mucho por el deporte pero lo ven como huida, agresión, violencia, revancha, palestra de prestigio, no tanto como ejercicio físico, afirmación de vitalidad ni expansión de la persona.
  • Sueñan con un auto, no como medio de transporte, sino como símbolo de seguridad, independencia, libertad, aventura, riesgo, prestigio, forma de ser diferentes y autoafirmarse; se enamoran de su coche, real o imaginario.

Las clases sociales y las castas.

  • Los de abajo, son los marginados, desnutridos y humillados. Es el indígena triste sin voz y sin rostro, que tiene como rasgo psíquico más sobresaliente la resignación.
  • La clase media, suele ser dinámica y estar interesada en su promoción. Alimenta sueños de riqueza y poder, muestra espíritu de competencia, tiende a aparentar y presumir. Vive en la simulación, la mistificación y el autoengaño, y se muere por usar productos importados de Estados Unidos. Si actúa en la política es por prestigio personal. A esta clase pertenecen las mujeres modernas.
  • La clase poderosa, es la aristocracia económica que controla los medios de comunicación, la empresa y a los obreros; sus miembros son capaces de anular cualquier insurgencia obrera desde su embrión. Ejercen el control sobre el campesinado, la ciencia y los espectáculos. Tras bambalinas existe u diálogo íntimo entre el Estado y el gran capital. Los hijos de esta clase estudian en escuelas elitistas, cuatro de las siete universidades más caras del país, son manejadas por la Iglesia católica. Estudiar en uno de estos colegios significa no revolverse con los hijos de los proletarios, disfrutar de un ambiente de gente de buen ver y bien vivir; desde ahí anudan relaciones con los poderosos. De este modo, al igual que en la Colonia, la Iglesia viene a ser legitimadora del nuevo sistema de castas, a través de la racionalización sutil de "educar a las clases dirigentes y ricas".



El individualismo.

El mexicano tiende a ser individualista, a trabaja solo, a no creer en equipos, por lo que han florecido más como artesanos que como industriales; porque la industria moderna exige equipos bien integrados , las artesanías no. Somos un país de héroes y caudillos. Los deportistas sobresalen individualmente como son los casos de natación, clavados, caminata, boxeo o equitación. Los científicos nos ofrecen algunos casos aislados.
Para finalizar, diremos que el mexicano posee sentido de clan debido a que en éste encuentra sentimientos de afecto, aceptación y seguridad; por otro lado, no tiene sentido de equipo, puesto a que ahí se le exige eficiencia y colaboración.

Los aspectos más positivos de nuestra psicología.

Estos aspectos se encuentran en nuestros valores. Estudios realizados por el doctor Rogelio Díaz-Guerrero manifiestan que la poca autoestima del mexicano se debe a una excesiva y mal entendida humildad, la cual auto impone a fin de destacar el valor y la grandeza de los símbolos en los que se cree: Dios, la Virgen, los santos, la Iglesia; y los de las personas que son su razón de se: la madre, el padre, la familia, el hermano mayor, los compadres, los amigos. Muchas de las actividades del mexicano están ligadas a tales símbolos, lo que le proporciona una seguridad emocional superior a la de personas de otros países y otras culturas. La mayoría de las personas recurren a su familia, a algún amigo o a la religión para solicitar apoyo emocional, lo cual destaca la fuerza social, la cohesión de la familia y las creencias religiosas como fuente de seguridad. En la familia, la mayoría de los mexicanos encuentran tranquilidad, seguridad, alegría, satisfacción, confianza y amor.
El mexicano tiene a su familia como fuente de apoyo, protección, orientación y afecto. Dentro de ella, cultivamos valores como el servicio a los demás, de convivencia, pues ahí podemos encontrara el respeto afectuoso, la bondad, la humildad, la paciencia, la tolerancia, la amistad y la resignación. El hombre aprende en su núcleo familiar a desarrollar valores como la lealtad, cooperación y el afecto, así como el servicio a los demás.
La actitud flexible y adaptativa de nuestro pueblo permite aceptar la divergencia de opiniones, y propicia la armonía y la cordialidad. Sus modales corteses y ceremoniosos no son meros formalismos; detrás de ellos se esconde un genuino calor humano; sus celebraciones y sus fiestas son de entrega y de comunicación.
La actitud solidaria con la familia, con el grupo y la sociedad también son factores positivos que pueden aprovecharse para el desarrollo social. A pesar del machismo, el hombre es más expresivo, lo que facilita la comunicación efectiva entre la pareja. Su sentido de humar le permite superar las adversidades y ser alegres y sociables. Este comportamiento jocoso requiere de ingenio, buena base para el desarrollo d la creatividad.
Un gran porcentaje considera que el mutuo respeto, el aprecio y la fidelidad son elementos importantes para mantener la unión de la familia. Ello resulta correcto para la integración familiar, la salud emocional y el desarrollo de los hijos.
Los valores fundamentales para el mexicano son: familia, patria y religión. Todos estos valores son muy apreciables; por ello, conviene reforzarlos y no olvidar que podemos desecharlos en aras de nuestra manía de copiar otras culturas más materialistas, que se encuentran decadentes precisamente por la pérdida de dichos valores humanistas.

Tipos de mexicanos.

El autor del libro psicología de mexicano, propone una clasificación de ocho tipos de mexicanos, de los cuales presento aquí los cuatro más representativos a mi opinión de nuestra cultura.
  • El más común es el mexicano pasivo obediente afiliativo, cuyas características son ser obediente, afectuoso, complaciente; lo encontramos en las áreas rurales, y como adulto posiblemente no llegue a tener una posición de dirección, pues le falta iniciativa propia y valerse por sí mismo.
  • Otro tipo es el rebelde activamente afirmativo, que es rebelde a la cultura. Suele ser peleonero, llevar la contra a los demás, pero también es independiente, autónomo y autosuficiente; tiende a ser más inteligente que los demás; a veces resulta buen empresario, ejecutivo, profesionista o científico o hasta guerrillero.
  • Uno más es el tipo con control interno activo. Es íntegro, alberga en sí mismo todas las características positivas de nuestra cultura: obediente cuando se requiere y rebelde cuando se necesita; más afectivo y complaciente que la mayoría, paro más disciplinado, metódico, reflexivo y optimista. Se opone a la corrupción y al compadrazgo. Algunos se convierten en líderes estudiantiles íntegros. Es nuestro mejor profesionista, catedrático, científico, empresario y el político honrado.
  • El mexicano con control externo pasivo es el más negativo de la cultura; la oveja negra de la familia. Entre sus características están ser desobediente, no complaciente, veleta, corrupto, vengativo, servil, pesimista, mediocre. Es un sujeto que se aprovecha de todas, todas, pues piensa que "el fin siempre justifica los medios".
También hay características que compartimos todos los mexicanos, tales como la necesidad de jugar, de contar chistes, de hacer bromas, además del grado de persistencia, perseverancia y habilidad para trabajar largas horas.

El mexicano.

Ahora que contamos con conocimientos acerca de nosotros mismos, podemos decir que, a pesar de nuestros antecedentes culturales, golpes y traumas, somos un pueblo en crecimiento y consolidación que todavía lleva huella, el impacto de otras culturas; que está aprendiendo a caminar, a valorarse y a conocerse a sí mismo; que tiene lados negativos, aunque también cuestiones positivas que envidian los estadounidenses, como es el patrimonio cultural (los sitios arqueológicos), el sentido de la familia, la capacidad de trabajar largas jornadas, el calor humano, el aprecio por las artes y la belleza.
Somos individualistas. Así hemos sido reconocidos en deportes, como es el caso de Soraya Jiménez en halterofilia; en boxeo, de Julio César Chávez y Miguel Canto; en atletismo a Ana Gabriela Guevara; en la caminata de 20 y 50 kilómetros, del sargento José Pedraza y Raúl Gonzáles; lo mismo que en la literatura, de Octavio Paz y Carlos Fuentes; en astronomía el Doctor Arcadio Poveda; en la ópera Plácido Domingo; en música vernácula, de Pedro Infante y Jorge Negrete; y en la música romántica popular, del compositor yucateco mundialmente conocido, el maestro Armando Manzanero, y del cantante Luís Miguel. Éstos son algunos de los muchos mexicanos que han hecho grande y famoso el nombre de nuestro país.
También estamos madurando ante nuestra dificultad de trabajar en equipo. Como lo indica el hecho de que lagunas empresas mexicanas han recibido reconocimientos y premios a nivel mundial por la calidad de su trabajo; entre otras tenemos el caso del Hotel Camino Real, que ha sido catalogado como el mejor del país y uno de los trece mejores hoteles del mundo debido a su buen servicio. Aereoméxico logró 97% de puntualidad en sus salidas, superando a las líneas aéreas de Estados Unidos (88%). Los Restaurantes Vips también han sido galardonados por sus servicios de calidad. El éxito de tales firmas mexicanas está en el conocimiento y la capacitación que otorgan a sus empleados, así como a la constancia, dedicación y disciplina que les inculcan como valores. Otras de las compañías igualmente exitosas son Telmex, Bimbo, y Cemex. O sea que ¡sí se puede!

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