miércoles, 21 de septiembre de 2011

Los nuevos amos del universo: las calificadoras

Es un sector relativamente pequeño, pero muy poderoso. Entre Moody’s, (S&P) y Fitch facturan alrededor de 10,000 millones de dólares al año.
Las agencias calificadoras son los nuevos amos del universo. Cuando una agencia baja una nota a una empresa o país, los mercados le siguen con la obediencia de una sombra. Moody’s, Standard and Poor’s y Fitch son falibles, pero eso no importa. Los profesionales de las inversiones están obligados a hacerles caso. Por estatutos y reglamentos, bancos, aseguradoras y fondos de inversión sólo pueden invertir en instrumentos que estén avalados por la calificación de una agencia.
Es un sector relativamente pequeño, pero extremadamente poderoso. Entre las tres agencias facturan alrededor de 10,000 millones de dólares anuales, pero su firma es crucial para emisiones que totalizan 30 billones en un año. Una sola decisión de ellas puede provocar la destrucción de 50 o 100 veces esa cantidad. La baja en la calificación de Estados Unidos, el 5 de agosto, fue el disparo que marcó el comienzo de una corrida financiera que superó 1 billón de dólares en una semana.
El veredicto de una agencia es el factor que decide cuál es el precio del financiamiento que un país o una compañía deberá pagar. Si un país sufre un downgrade, subirá el precio del dinero que demanda (expresado en la tasa de interés). Como la baja en la calificación le ocurre a los países en momentos de dificultades financieras, les hace mucho más difícil conseguir dinero y, eventualmente, provoca otra reducción en la calificación.
“Los gobiernos intentan gobernar, pero las agencias mandan”, decía un manifiesto firmado por intelectuales europeos en abril pasado. El texto recoge una inquietud generalizada: ¿cómo es posible que un trío de empresas puedan poner de rodillas a un gobierno, un continente o medio mundo? El papel de las calificadoras ha sido objeto de fuertes cuestionamientos en EU y Europa desde el 2008, pero las críticas llevan mucho más tiempo en América Latina y Asia. Fue un gran tema en México en 1995, Corea del Sur y Tailandia en 1998 y en Argentina en el 2001.
¿En qué momento tomaron tanto poder? ¿Qué podemos hacer para acotarlas? Su ascenso no ocurrió de un día para otro. The New Masters of the Universe, el libro de Timothy Sinclair, lo describe con detalle. Hace cuatro décadas, muchas empresas y países dejaron de considerar el financiamiento bancario como alternativa principal y optaron por la emisión de bonos y otros instrumentos. Para hacerlo, necesitaban un juicio independiente y profesional. Ahí estaban Moody’s, S&P y Fitch.
Los críticos de las agencias cuestionan su independencia y rigor técnico. Los más duros hablan de conflictos de intereses, miopía severa e inconsistencia en sus juicios. Le confirmaron su grado de inversión a Enron y
Lehman Brothers, justo antes de quebrar. En el caso de la deuda de los países europeos pasaron de una alta tolerancia a una hipersensibilidad negativa en menos de 24 meses.
No hay solución a la vista. Los europeos impulsan una agencia calificadora, pero no han podido pasar del sueño a la acción. Además, ¿quién cree que una agencia de gobierno estará exenta de conflictos de interés o a salvo de la miopía? Las tres grandes agencias calificadoras -Moody’s, S&P y Fitch- viven horas bajas en popularidad, pero su caja registradora se mantiene sonando. Siguen siendo imprescindibles. Las reglas del juego no han cambiado, a pesar de la Gran Contracción.

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