POTENCIAL Y DESAFÍOS DE YUCATÁN
RECURSOS NATURALES
El
estado de Yucatán cuenta con una superficie aproximada de 38,502 km2.
Representa el 2.2% de la superficie de México y colinda con los estados de
Quintana Roo y Campeche y con el Golfo de México. Con sus estados vecinos
integra una verdadera región, tanto geográfica como cultural y social. Esta
superficie se divide en 106 municipios y nueve zonas socioeconómicas,
identificadas por las vocaciones agrícolas de sus suelos y su principal
actividad productiva. Como mencionamos al principio, el suelo de Yucatán es el
primer recurso natural del que hay que hablar. Es una superficie calcárea y
llana. Particularmente pedregoso en el centro y norte, donde la capa de suelo
es tan delgada que muchas veces no rebasa los diez centímetros. Hacia el sur y
oriente, en cambio, los suelos son más profundos sosteniendo a una vegetación
alta.
En 1996 solo el 12% de la superficie del
estado se encontraba sujeta a explotación agrícola, en tanto que un 10% se
dedicaba a pastizales. Del resto de la superficie el 74% se considera como
selva y el pequeño saldo es manglar, vegetación cenagosa o playa. La apariencia
de uniformidad del suelo yucateco no deja de ser engañosa. Existen al menos 8
principales tipos de suelos diferentes claramente identificados y clasificados
por la cultura maya, que corresponden con mucha precisión a la clasificación
científica aceptada por la FAO-UNESCO. Estos suelos sustentan una vegetación
tropical muy variada y aunque algunos de ellos pueden ser muy productivos, son
también muy frágiles pues dependen mucho del ecosistema general de la selva
tropical.
El rasgo central del suelo yucateco es que
solo muy pequeñas superficies son susceptibles de ser aradas o mecanizadas, por
lo que su principal factor de explotación sigue siendo el trabajo humano. El
agua es la otra característica central de Yucatán, y es el elemento clave a
considerar en cualquier alternativa de desarrollo económico y social de la
entidad. El estado se caracteriza por una ausencia total de corrientes
superficiales pues ni ríos, ni lagos o lagunas
lo riegan. En cambio cuenta con una generosa dotación de acuíferos
subterráneos a los que se puede acceder a distintas profundidades a través de
pozos.
Frecuentes y voluminosos en su dotación de
agua, los acuíferos subterráneos forman un sistema de vasos comunicantes que
desembocan al mar, con profundidades de niveles freáticos que varían de 2 a 3
metros en el cordón litoral hasta 130 metros en el vértice sur. Por otra parte,
en el centro y noroeste del estado parte de ellos están expuestos por
hundimiento total o parcial de la bóveda calcárea. En Yucatán se les llaman
cenotes, reholladas o aguadas. Con una precipitación pluvial que varía de 500
mm en la costa hasta 1200 en el sur del estado, el agua de lluvia es otro de
los factores a considerar para el desarrollo de la agricultura y en menor
medida de la ganadería, pues lo limitado y costoso de las zonas de regadío hace
que la mayor parte de las siembras dependan del temporal, como también lo hace
la selva baja.
En estos suelos y aguas, los recursos
naturales susceptibles de ser explotados por el hombre son muy variados, aunque
de hecho pocos lo sean, debido a la ignorancia, a su escaso valor de mercado, a
las dificultades para su acceso o al creciente deterioro ecológico del sistema
de la selva tropical. Entre los que lo son hay que mencionar algunas variedades
de maderas preciosas como el cedro y la caoba, frutos tropicales, miel de
abejas, piedras para material de construcción y, aunque aún muy desaprovechada
en algunas especies y sobre explotada en otras, también peces y mariscos. No
hay que dejar de mencionar que uno de los mejores recursos naturales de Yucatán
en el estado mismo, es decir, su combinación de paisaje, mar, cavernas y
cenotes, fauna y flora, que aunado a recursos culturales como las zonas
arqueológicas mayas, los pueblos coloniales, la cocina y la cultura maya
yucateca viva lo convierten en un atractivo turístico. Con los ambiciosos
proyectos de corredores turísticos denominados “Mundo Maya”, es previsible un
incremento de la importancia económica de esta actividad.
LA AGRICULTURA
Hemos señalado ya que menos de la cuarta parte
de la superficie total del estado es explotada con fines agrícolas o para la
siembra de pastizales. En esta superficie, según el VII Censo agrícola y
ganadero de 1991 existían 105,848 unidades de producción. Es decir, predios,
terrenos o parcelas, juntos o separados, con o sin actividad agrícola, ganadera
o forestal, pero que está bajo una misma administración o propietario. La mayor
parte de estos predios son ejidales, pues 88,327 lo fueron, en tanto que
privadas son solo 14,616. Sin embargo, con 1'301,095.7 hectáreas. la propiedad
privada es más del doble que la ejidal, que sólo cuenta con 563,158 hectáreas,
lo que denota no sólo la mayor extensión de las propiedades privadas sino su
principal orientación hacia el mercado.
Esto queda claro cuando nos fijamos que 71,731
unidades de producción ejidales eran menores de 5 hectáreas. Y sólo 16,596
tenían una superficie mayor. En las privadas, en cambio solo 4,865 eran menores
a 5 hectáreas. En tanto que la gran mayoría, 9,751 eran más extensas. Los
propietarios de estas últimas unidades de producción son el conjunto de
principales ganaderos y agricultores del estado, dedicados a cultivos y crías
de animales con mayor valor comercial, en tanto que las casi 75,000 unidades de
producción menores de 5 has, constituyen el grupo de ejidatarios y pequeños
propietarios más pobres, con actividades dedicadas fundamentalmente a la
subsistencia y con proyectos agrícolas de baja productividad.
La dependencia de la agricultura al temporal
sigue siendo tremenda, tanto por los propietarios privados como por los
ejidales. Del total de la superficie de labor de Yucatán que era de 805,821.3
has en 1991, sólo 14,394.7 has, ni el 2% eran de riego. Si consideramos las
superficies mixtas, de riego y temporal, que fueron 78,124.3 has. la cifra sube
al 10%. El 90% restante de la superficie sembrada fue regada por la lluvia. La
distribución del riego disponible para los propietarios privados y los ejidales
también fue diferencial. Del total de superficie irrigada, el 57.6% era de
tenencia privada y el restante ejidal mixto.
¿Pero, qué es lo que se siembra, lo que se
cosecha y cuanto producen estas tierras? Desde un punto de vista flexible lo
que hay que aceptar es que el principal cultivo, tanto en superficie sembrada y
cosechada, como en volumen y valor de la producción son los pastos para el
ganado. El pasto ocupó casi el 60% y el 70% de la superficie total sembrada y
cosechada respectivamente así como el 40% del valor total de la producción. En
pocas palabras, el campo yucateco se perfila cada vez con mayor fuerza hacia la
ganadería tropical extensiva. El segundo cultivo en importancia sigue siendo el
maíz que ocupa prácticamente el 20% de la superficie sembrada junto con el
frijol y la calabaza asociadas a él. El maíz ocupa el segundo lugar en cuanto a
valor de la producción, pero su importancia fundamental es que se trata de un
cultivo de autosubsistencia que contribuye a la alimentación, de manera central
o secundaria, de la cuarta parte de la población del estado. El complejo de la
milpa, bajo el sistema de roza-tumba-quema con su siembra de maíz y cultivos
asociados continua siendo, como hace miles de años, la base de subsistencia de
mas de un millar de comunidades campesinas mayas y sostiene aún los fundamentos
de su cultura, sus ritmos de vida y su visión del mundo.
La naranja dulce y los cítricos en general
son, después del maíz, el cultivo que más impacta a los agricultores, pues
proviene tanto de unidades privadas como ejidales. De hecho la plantación
citrícola viene sustituyendo al henequén en la zona henequenera. Con el 16% del
valor de la producción en menos del 3% de la superficie sembrada representa una
gran fuente de ingresos para el estado. El henequén, por otra parte, ha dejado
de ser el tremendo gigante que monopolizó el campo yucateco durante un siglo y
ocupa un tercer lugar con el 9% del valor total de la producción, aunque en
cuanto a superficie sigue siendo el segundo cultivo más común después del maíz,
ocupando el 12% del total de la superficie sembrada. A estos debemos sumar
otros cultivos cíclicos de importancia como la sandía y el melón, el tomate y
el chile verde y algunos otros cítricos, en especial el limón, entre los
cultivos perennes, que diversifican el esquema productivo del campo yucateco
alejándolo de la añeja dependencia al monocultivo de la plantación henequenera.
SILVICULTURA
La explotación de madera en el estado no es
una actividad comercial de importancia. De hecho, sólo existe un permiso
oficial otorgado para la explotación de maderas tropicales en Tekax, que
produjo en 1996, 174 mts3 en rollo de las especies denominadas bojón, jabín,
chacah y cholul, con un valor de $72,000. Yucatán se enfrenta a un grave
problema de deforestación por la tumba excesiva de la selva para la
introducción de pastizales y por el sistema de quema necesaria para la siembra
de milpas que produce severos incendios cada año. Esto significa que de manera
oficial no se debe permitir ya la tumba del monte.
Pese a ello, la explotación silvícola para
autoabastecimiento sigue siendo fundamental en las comunidades campesinas mayas
y para los ranchos y agricultores comerciales. En 1991 se reportaron 32,300
unidades de producción rural que presentaron algún tipo de actividad forestal,
casi todas ellas de recolección de la madera de la selva. La madera se
recolecta o se corta para utilizarla como leña, como postería para delimitar
terrenos y corrales y la más pequeña para quemarla y convertirla en carbón.
Solo existen 37 unidades en las que se explotaba madera de aserrío en muy
pequeña escala, mismas en las que también se recolectaba resina.
La gravedad del problema ecológico de las
selvas yucatecas puede notarse si nos fijamos que en todo Yucatán, en 1995 sólo
se sembraron para reforestación 191 has, en tanto que la superficie total
sembrada rebasó las 800,000 has, 200,000 has. fueron de cultivos cíclicos y
cuando menos una tercera parte de esta superficie, unas 70,000 has. se quemaron
ese año. Es comprensible que a este paso la pérdida de las selvas del estado de
Yucatán presagie un eminente desastre ecológico antes de veinte años.
LA GANADERÍA
La ganadería es otra actividad económica de
gran importancia. Lo fue desde la colonia y el siglo XIX, en que además de
utilizarla para consumo interno, Yucatán exportó cuero de res y carne salada.
Desde mediados de este siglo comenzó a desarrollarse la ganadería tropical
extensiva como una actividad económica muy redituable, en la que se han
invertido grandes capitales y que opaca como negocio a cualquier otra actividad
agrícola en el estado. En consecuencia la ganadería, mas que la agricultura, es
el frente de inversión más importante para los empresarios y el capital privado
en Yucatán.
A mediados del siglo XX la agudización de la
crisis henequenera convirtió de nuevo a la ganadería en una alternativa de
inversión atractiva para el capital privado. Además, esto se vio alentado por
el fomento que el Estado dio a la ganadería extensiva en el sureste y en el
trópico húmedo y subhúmedo de México desde los años cincuenta. El objetivo de
este tipo de ganadería ha sido, fundamentalmente, el abastecimiento de los
mercados internos regionales y del Distrito Federal, en tanto que se dejó a los
estados del norte de la república la producción de ganado de carne de alto
registro para la exportación al mercado estadounidense.
En Yucatán la ganadería ha sido una
alternativa interesante de inversión para algunos empresarios. Como actividad
ha experimentado una pequeña pero constante tendencia al crecimiento desde los
cincuenta. Nunca ha llegado a constituirse, pese a esto, en una rama clave de
la economía yucateca. Los ganaderos no han podido llegar a actuar como grupos
de presión política de importancia y, a pesar de que su presencia es tomada en
cuenta por los políticos locales, su influencia y hegemonía se circunscriben a
algunos municipios del oriente del estado.
La ganadería yucateca no alcanza el peso
específico que tiene en otros estados del sureste y del sur de México; por
ejemplo Veracruz y Tabasco, donde las asociaciones ganaderas y la producción
pecuaria representan un papel importante, en ocasiones protagónico, en la vida
política y económica regional. De igual manera la participación de la
producción ganadera de Yucatán en el total nacional, aunque creciente, es
bastante baja y lo ha sido por más de 25 años. En 1957 Yucatán, con más de
572,000 cabezas de ganado y 345,000 ha. de pastizales, aportaba apenas el 1.05
por ciento del total de cabezas en el país. Y en 1983, con 877,954 cabezas
participó con 2.3 por ciento del total nacional.
En 1991, pese a contar ya con 484,566 has. de
pastizales, el hato ganadero de Yucatán no se había incrementado. En 1996 existían
883,237 cabezas de ganado bovino y 600,000 has. de pasto. El hato ganadero ha
mejorado en cuanto a calidad y competitividad comercial y muchos ranchos se han
modernizado. Sin embargo, en cuanto a cantidad la ganadería se ha mantenido
estable los últimos diez años. A principio de los noventa existían 11,039
unidades de producción rurales que se dedicaban a la cría de ganado bovino,
3,684 privadas, 6,627 ejidales y 728 mixtas. El capital ganadero más importante
se encuentra en manos de los productores privados, en cuyos ranchos se
concentra la mayor parte del hato. Las ganancias que deja la ganadería son muy
grandes. En 1995 el valor de la producción ganadera fue de más de dos mil
millones de pesos.
Pero si la ganadería se ha mantenido
relativamente estable, no ha sido así la cría de cerdos. Yucatán, como todo el
sureste, ha sido un estado que por tradición ha tenido un alto consumo de carne
de puerco. En este sentido, la porcicultura ha demostrado ser un excelente
negocio, pues se enfrenta a un mercado seguro. De esta manera, en la década de
los noventa, 29,416 unidades de producción rurales se dedicaban, tanto de
manera casera como especializada, a la cría de puercos. A diferencia del ganado
bovino, el predominio de los ejidatarios en esta actividad es total, pues
25,138 unidades eran ejidales y sólo 3,110 privadas.
Mucha de esta porcicultura es casera y
bastante primitiva, en especial entre los campesinos y productores ejidales.
Sin embargo tanto entre ejidatarios como entre propietarios privados se ha
venido desarrollando un sector de productores altamente especializado, con
granjas modernas y un severo control de calidad. La modernización de la
porcicultura ha sido también una prioridad del Estado desde los ochenta, por
medio de créditos y apoyo técnico y, como carta fuerte de su política
agropecuaria, mediante distintos proyectos y megaproyectos porcícolas. De esta
manera, en 1995 se llegó a producir más de un millón (1'027,157 para ser
exactos) de cerdos en Yucatán, con un valor total de $708'739,000.00 pesos.
LA AVICULTURA
En Yucatán la tercera actividad agropecuaria
de importancia es la avicultura. La producción de aves y huevos es el gran
negocio de los avicultores. Su auge obedece a dos razones. La primera es el
crecimiento de la población y la urbanización de las principales ciudades de la
península de Yucatán (recordemos que en los noventa Yucatán alcanzó una
situación de equilibrio demográfico y Campeche y Quintana Roo se volvieron
estados que atraían migrantes). La segunda es el uso de prácticas monopólicas
con las que dos grandes compañías sacaron del mercado a las pequeñas en no más
de diez años y lograron centralizar la producción para toda la península,
tecnificaron la agroindustria, modernizaron su administración e incrementaron
la producción en gran escala.
La avicultura en primer lugar representa un
importante complemento alimenticio para toda la población rural de Yucatán.
Entre el campesinado y la gente pobre las aves de corral, criadas en el patio,
son en muchas ocasiones la única manera de obtener proteína animal. A esto se
dedican de hecho la mayor parte de las unidades de producción rurales con
actividad de cría y explotación de animales, pues 53,144 se ubicaron en este
renglón al inicio de los noventa, en la crianza, fundamentalmente, de
guajolotes, pollos y gallinas. La producción fuerte para el comercio es
efectuada en granjas particulares. Existen numerosos establecimientos pequeños
y medianos que abastecen a los principales centros urbanos de Yucatán y en
especial a Mérida. Son dos los grandes consorcios avícolas existentes. En los
últimos años estas dos empresas han logrado controlar el mercado de toda la
península y crecer hacia otros estados de México, eliminando de su camino a la
mayor parte de los pequeños productores o bien controlándolos indirectamente.
Los dos consorcios que controlan la
agroindustria avícola en el sureste responden a los nombres de Campi-Univasa,
S.A. y Sanjor, S.A. El mayor de ellos es Campi, que en tan sólo 20 años, pasó
de estar conformada por un pequeño capital familiar, a ser un gran consorcio,
en el que este capital se combinó con el de los grandes monopolios nacionales y
transnacionales, hasta cederles finalmente la propiedad de la empresa y llegó
incluso a cotizar -con buen éxito- en la bolsa de valores. En los últimos años
se ha arrastrado una situación económica delicada en la agroindustria avícola,
debido a que el control oficial les impide subir el precio de sus productos con
la rapidez que ellos quisieran. Esta fragilidad se revela sobre todo en el
encarecimiento de sus insumos, como los alimentos balanceados, que incorporan
una gran cantidad de granos y vitaminas importadas. Por consiguiente las
estrategias para enfrentarse a esa situación han sido diversificar su capital y
establecer sus propias fábricas de alimentos balanceados, con lo que, además,
solucionan sus problemas de abastecimiento y amplían sus mercados.
En un balance general podemos señalar que la
actividad con mayor infraestructura y capital invertido es la ganadería bovina,
considerando el valor del hato ganadero. Sin embargo, la actividad con un valor
de producción más alto es la porcícola, con $858'961,000, seguida de cerca por
la avícola con $737'194,000 y después por el valor de la carne de res
producida, con $355'567,000. Hay que añadir que la actividad más dinámica en la
última década ha sido la porcicultura, a la que se le augura un mercado en
expansión.
PESQUERÍAS
El litoral yucateco es uno de sus recursos
naturales más desaprovechados. Yucatán cuenta con más de 400 kms. de costas y
con una veintena de poblados pesqueros de cierta importancia. La pesca que se
desarrolla es, en su mayoría, de ribera y la mayor parte de la flota no se
aleja más de un día de la costa lo que limita mucho su capacidad de captura. La
mayor parte de la pesca es individual pero tanto esta como la que se realiza
por cooperativas en los poblados pesqueros, es controlada por los propietarios
de las empacadoras que tienen la capacidad de limpiar y congelar el pescado y
los mariscos para después comercializarlos.
La pesca es una de las actividades más
monopolizadas y que menores ingresos dejan a quienes la realizan debido al
carácter rápidamente perecedero del producto. En 1995 en Yucatán se capturaron
38,055 tons. de pescados y mariscos con un valor de captura de $337'687,000.00.
La mayor parte de la captura, 31,696 tons., fue realizada por pescadores
privados, en tanto que 6,359 tons. quedaron en manos del sector social, es
decir de cooperativas ejidales. La principal especie capturada fue el mero, que
significó el 27.1%, seguido por el pulpo con 29.2%, la sardina con el 3.6%, la
rubia con 2.1% y el tiburón con poco menos de 2%.
Pero además hay un importante volumen de
captura que se efectúa y comercializa sin ningún control ni forma de registro
oficial, es decir, que escapa a los registros de cualquier fuente. Métodos
indirectos de estimación la calculan en cerca de 10,000 toneladas de peces y
mariscos, con un valor de captura estimado de alrededor de $ 90'000,000.00.
Esta captura se realiza de manera ilegal en tiempos de veda o bien se
comercializa a espaldas de los propietarios de la flota o de los dueños de las
empacadoras. Como mencionamos, la pesca es una de las actividades más
desaprovechadas de Yucatán. La falta de infraestructura portuaria y la
inexistencia de una verdadera flota de altura, y de barcos-fabrica no permite
la explotación más que de un pequeño sector de mar cercano a la costa.
Representa también una de sus perspectivas alimenticias más importantes y de
sus mejores apuestas para el desarrollo de una rica actividad económica en el
futuro.
LA INDUSTRIA
La crisis de la industria cordelera ha
significado para Yucatán una disminución de la importancia del sector
manufacturero en relación a otras actividades económicas. Así, la industria
pasó de ocupar el 25% del Producto Interno Bruto del estado de Yucatán en 1975,
año en que aún tenía cierto peso la industria desfibradora y cordelera dedicada
a la producción de cordel de henequén, a un 17% en 1980, un 16% en 1985 y a un
12.5% en 1993. Es decir, que en 20 años la importancia de la producción
industrial en la estructura económica global se ha reducido a la mitad. Este
comportamiento sectorial no es, en definitiva, una tendencia de todo el país,
pues en el primer quinquenio ya señalado la participación de la manufactura en
el PIB nacional se mantuvo estable con 23% entre 1975 y 1980 en su
participación porcentual. Esta importancia se ha mantenido a nivel nacional,
pues la industria manufacturera significó en 1993 el 20.12% del Producto
Interno Bruto de México. Casi 8 puntos porcentuales por encima de lo que
significó para Yucatán.
En Yucatán la industria ha descendido en los
últimos años respecto al ritmo de crecimiento de las demás actividades. Sin
embargo, esto debe tenerse en cuenta sólo en lo que se refiere a su
participación sectorial. El menor valor de las operaciones industriales no
significa que los capitales que las efectúan obtengan menores ganancias que sus
gemelos en el comercio, sino que las actividades comerciales y de servicios se
han desarrollado más que las industriales. Pese a esto, hay que subrayar que el
esfuerzo industrial en Yucatán ha sido mucho más significativo que lo que
indica su participación porcentual actual en el PIB. La industria yucateca
estaba monopolizada por la cordelería. A la quiebra de la cordelería se inició
una auténtica reconstrucción de la industria regional, desarrollando nuevas
ramas, diversificándose y generando nuevas unidades productoras, en especial
entre los industriales pequeños y medianos. Esto se vio motivado en gran medida
por la ampliación de los mercados internos de la península, consecuencia de la
creciente urbanización y del mayor equilibrio demográfico alcanzado. En
especial sucedió con las ramas industriales relacionadas con la construcción y
la producción de bienes de consumo no duradero.
La urbanización trajo consigo necesidades que
provocaron el desarrollo de nuevas actividades industriales, emprendidas en
gran medida por empresarios y capitalistas locales. La expansión interna de los
mercados fue lo que motivó este pequeño crecimiento industrial desde principios
de los sesenta. En esos años eran pocos los empresarios yucatecos que tenían
como perspectiva tierras extranjeras y la mayor parte se dedicaba a producir
para la península. La alternativa exportadora, fuera de la cordelería, tendría
que esperar la profunda crisis de los ochenta para desarrollarse en una escala
importante, y como alternativa de crecimiento para algunas de las grandes
empresas ya instaladas en Mérida (como Cementos Maya o Macayusa). Sorprende
esta demora en un empresariado como el yucateco, conocedor de los mercados
internacionales por las industrias henequenera y cordelera y ligado a ellos
ancestralmente.
Si bien la quiebra de la industria henequenera
disminuyó la importancia de la industria en la entidad, otras ramas y sectores
comenzaron a desarrollarse. Por ejemplo, la industria del vestido -con la mayor
parte de sus talleres ubicados en la ciudad de Mérida- presenta un crecimiento
notable en las últimas dos décadas. Si en 1979 confeccionaba dos millones de
prendas, en 1985 casi llegó a 24 millones. Su participación en el valor de la
producción industrial también creció, llegando a 12% ese mismo año. Esta
industria ofrece considerables ganancias a los empresarios productores de ropa,
lo demuestra el hecho de que ante la contracción del mercado entre el 82 y el
85, su volumen de producción disminuyó a la mitad, pues sólo se obtuvieron 11.8
millones de prendas, pero su participación porcentual en la generación del
valor total de la producción sólo bajó un punto, alcanzando el 11 por ciento.
Los empresarios del vestido conforman un sector dinámico que ha sabido
sostenerse en medio de las crisis. Como prueba de ello tenemos el hecho,
insólito para la ideología local, que desde 1985 hasta ahora el valor de su
producción supera el de la producción cordelera.
La importancia de la industria textil y del
vestido en Yucatán se debe a su capacidad para generar empleos y ser una
actividad que se presta al desarrollo de pequeños y micro empresarios. Así, en
la industria textil y del vestido se ubicó en 1993 el 55% del total de las
empresas manufactureras (7,414 de 13,402) y representó el 35 por ciento del
personal ocupado en la industria (19,507 de 55,472), según el censo económico
de ese año. En ese subsector se otorgó el 19% de las remuneraciones totales de
la industria y se obtuvo el 10% de la producción bruta total. En la industria
del vestido se ubica uno de los sectores más fuertes vinculados a la micro
industria y también al empleo de carácter informal y aleatorio. La industria
del vestido funciona flexiblemente y es capaz de disminuir la escala y
formalidad de sus actividades, así como de hacer surgir pequeñas cadenas de
actividades complementarias.
Pero es en el subsector industrial de
productos alimenticios, bebidas y tabaco, que en Yucatán se limita al de
alimentos y bebidas, en el que debemos fijarnos con más atención. La producción
de alimentos y bebidas consume el 62% de los insumos totales y aporta el 60% de
la producción bruta total de la industria yucateca. Asimismo, es un subsector
altamente salarizado, pues en el se pagan el 41% del total de salarios
industriales y ocupa al 35% del personal que trabaja en la industria yucateca.
La producción de alimentos y bebidas, debido a que necesita de una base
tecnológica más compleja y mayores volúmenes de inversión de capital, tiende a
estar integrada por unidades económicas mayores que la industria del vestido.
Así, pese a ser el subsector más importante en lo que respecta a volumen y
valor de la producción, y a que emplea prácticamente al mismo porcentaje de
personal que la industria textil y del vestido, solo tiene el 29% de las
unidades económicas industriales. Es decir, en la rama de alimentos y bebidas
hay una mayor formalidad y tamaño entre los establecimientos que se dedican a
su producción. Tiende también a generar más empleos y en este subsector se
ubican algunas de las plantas industriales mayores no sólo de Yucatán sino de
toda la Península.
Entre las grandes industrias de este tipo hay
que señalar a la Hidrogenadora Yucateca, dedicada a productos oleaginosos,
aceites y sus derivados, propiedad de la familia Xacur, la Galletera Dondé,
dedicada a Productos de Harina, la Cervecería Yucateca, filial de la cadena
nacional Modelo, las embotelladoras de Coca-Cola y Pepsi-Cola y también las
fábricas dedicadas a la producción de alimentos balanceados para el consumo
animal. En su conjunto este subsector industrial es el más dinámico de Yucatán,
el que ha tendido a establecer fábricas con tecnología más avanzada y
modificaciones importantes en la organización de sus procesos de trabajo en
cadenas productivas. Lo que le resulta imperativo dado que en sus plantas se
dan de manera común procesos de producción en cadena y emplea a varios miles de
personas (casi 20,000).
El tercer subsector de importancia en la
industria yucateca, corresponde en lo fundamental a las fábricas de material de
construcción. Es decir, hablamos de las fábricas de cemento, de polvo de piedra,
de grava, de bloques y de piedra ornamental entre las más importantes. A estas
actividades se dedican 223 empresas que ocupan a poco más de 4,000 personas (
7% del total de los empleados industriales), que generan un 11% de la
producción bruta total y consumen el 10% de los insumos industriales. La
industria pétrea aprovecha lo que quizá es el producto natural más común y
barato de Yucatán: la piedra y sus derivados. Hay que añadir que la exportación
de productos al sur de Estados Unidos y a países de América Central y del Mar
Caribe como Belice, Guatemala o las islas del Gran Caimán, ha sido una de las
razones que le ha permitido a esta industria sobrevivir a las fuertes crisis
económicas del 82, del 87 y del 94. Las
empresas productoras de material de construcción tienden a ser grandes y con
tecnologías relativamente modernas. Como la gran Planta de “Cementos Maya”
(filial de la Cementera Monterrey) y Macayusa. Se ocupan tanto de abastecer el
mercado interno como de exportar a EU; sin embargo, el subsector también ha
sido flexible para dar lugar a la aparición de dos centenares de pequeñas
fábricas productoras de bloques y de polvo y grava que abastecen la
construcción regional.
A la misma dinámica obedece la industria
siderúrgica de Yucatán, única planta de esa naturaleza en el sureste de México
y que se ubica en el subsector de productos metálicos básicos. Con sólo 421
empleados, (el 8% del total) la siderúrgica paga el 9% de los salarios totales
y aporta el 5% de la producción bruta total de la manufactura. Se trata de una
vieja planta chatarrera dedicada a producir varillas y alambrón que se destinan
a la construcción. Se desarrolló a partir de una vieja acerería a mediados de
los setenta y, si bien pretendía instaurar modernos procesos de trabajo, en muy
poco tiempo tanto su tecnología como su organización administrativa actual se
volvieron obsoletas para plantas tecnológicas de esa naturaleza. En un
principio fue propiedad de la familia Erosa, pero la siderúrgica tuvo que
salvar las crisis económicas de los últimos años vendiendo una parte importante
de sus acciones a capital transnacional.
Por último, encontramos unas 800 industrias de
naturaleza muy variada dedicadas a la generación de productos metálicos,
maquinaria, equipo y sustancias químicas, entre otras que completan el panorama
de la industria yucateca. Representan alrededor del 7% de las empresas (804 de
un total de 13,402) y aunque solo generan unos 5,000 empleos están
introduciendo productos y tecnologías novedosas en la estructura productiva
industrial regional, aunque esto sea aún en muy pequeña escala. A pesar de que
muy pocas plantas de la industria regional están introduciendo tecnología de
punta y el proceso de modernización es muy lento, en todas las fábricas
mencionadas (excepto en la cordelería) hay nuevos productos en elaboración y
nueva tecnología adquirida durante los últimos años. A este proceso podemos
denominarlo diversificación industrial.
Una afirmación de esta naturaleza debe de ser
comprendida en el contexto regional y en comparación con la situación que
existía hace unos veinte años. Entonces la estructura industrial gravitaba
alrededor del henequén y la cordelería, con una pequeña aportación de la planta
cervecera. Junto a estas actividades no existían otras de importancia en la
industria. Además de estar atado al monocultivo, Yucatán lo estaba a la
monoindustria. Después de 1986 la situación cambió. Aunque la cordelería sigue
estando presente, el capital más dinámico se reparte entre al menos otras seis
ramas. Además en estas ya no participa el gobierno. La creciente importancia
del capital privado dentro de la estructura industrial de Yucatán es evidente.
Si bien es cierto que la modernización
tecnológica y la presencia de ramas innovadoras también está presente y cada vez
cobra mayor fuerza en firmas mucho menores, que ofrecen una mayor diversidad de
productos, como el ensamble de computadoras, la fabricación de herramientas
especializadas, etcétera. se trata de establecimientos menores, tanto en número
como en tamaño, que no llegan a representar una fuente importante de empleo, de
generación de valor ni inversión de capital en cuanto a la industria formal. En
definitiva, no es en estos establecimientos donde se encuentra comprometido el
gran capital de la región. Es en la industria de bienes de consumo no duradero
y de bienes intermedios donde se concentra la burguesía más importante y el
capital de las élites económicas relacionadas con la industria.
LA INDUSTRIA MAQUILADORA Y LOS PARQUES
INDUSTRIALES
El Plan Nacional de Desarrollo del presidente
De la Madrid consideraba lineamientos de cambio estructural en la economía del
país. Entre ellos, uno de los más importantes respecto a la industria implicaba
la expansión de la maquila de exportación. El 15 de agosto de 1983 emitió un
decreto en el Diario Oficial, para el fomento y operación de las maquiladoras
de exportación en el que se preveía, además de ventajas fiscales, la creación
de parques industriales para su instalación. En Yucatán, la profunda crisis en
que se debatía la economía henequenera, acompañada coyunturalmente de una
crisis política que se llevó a la suplantación de un gobernador electo por otro
interino, impulsó al gobierno federal a generar el Programa de Reordenación
Henequenera en 1984. En este programa se planteaba la necesidad de ahondar el
proceso de diversificación económica del estado y el saneamiento de la
explotación henequenera. Hacia 1997 los dos objetivos se habían concretado
generando una industria maquiladora creciente y la privatización de la
industria henequenera.
El estado destinó dinero a la promoción de
actividades que generaran divisas, básicamente la creación de una
infraestructura necesaria para la industria maquiladora y la atracción del
turismo. Con ese fin, desde 1989 hasta la fecha se ha impulsado la promoción de
Yucatán entre inversionistas extranjeros, la creación del puerto de altura en
Progreso, a 40 km de Mérida, para recibir barcos con más de 20,000 ton. de
capacidad y se otorgan facilidades al capital privado para la creación de
parques industriales. Hasta antes de este impulso maquilador, el área
metropolitana de Mérida contaba con dos parques industriales: el “Felipe
Carrillo Puerto” (160 ha), creado en 1973, que alberga a más de 200 empresas, y
el de Yucalpetén (120 ha.), que es acuático y esta ubicado en el puerto de
abrigo Yucalpetén en el puerto de Progreso, propio para las actividades de la
industria marina. De 1984 a la fecha se crearon nuevos parques industriales en
el corredor Mérida-Progreso, el mayor de los cuales es el parque industrial
Yucatán (198 ha) y otro menor el “Polígono Industrial” (88 ha.), a sólo 5 km
del puerto de Progreso.
La creación de estos dos últimos parques se
logró con inversión privada, a la que se
otorgó terrenos, créditos, tasas preferenciales de impuestos y obras de
equipamiento urbano e infraestructuras adicionales a muy bajo o nulo costo.
Para operar el primero se formó el “Grupo Yucatán”, asociación de 20
inversionistas privados, y el segundo entró en operación por medio de “Inmobiliaria
Karibean”. La planta maquiladora pionera en Yucatán surgió de manera
independiente y fue anterior a estos planes y a la promoción. En 1981 se
instaló la primera industria de este tipo en el área urbana de la ciudad de
Mérida; sin embargo, ésta puede considerarse una excepción pues no fue sino
hasta 1984 que comenzó propiamente el programa maquilador. En 1986 iniciaron
operaciones las primeras cuatro empresas, número que se duplicó en 1986 y que
llegó a 12 en 1988, en septiembre de 1989 dos más se habían añadido a la planta
total, sumando 14 las empresas en operación.
La mayor parte de éstas se dedican a la
confección de prendas de vestir, -pantalones, trajes completos para hombre,
prendas íntimas para mujer-, seguidas por la de componentes electrónicos, joyería,
material médico dental y otras manufacturas. Todas ellas elaboran sus productos
fundamentalmente con insumos extranjeros. La cantidad de insumos adquiridos a
la industria local es pequeña. Su principal aporte ha sido el empleo. La mayor
parte del empleo generado por las maquiladoras es desempeñado por obreras. La
preeminencia del trabajo femenino en las maquiladoras -que es por otra parte
una tendencia en todo el país- se explica en gran medida por las políticas de
contratación de las empresas, y en el caso de la rama textil, por la
tradicional experiencia regional de las trabajadoras. Esta tendencia no lleva a
suavizar el intenso desempleo masculino existente en la zona henequenera que
circunda el área metropolitana de la ciudad de Mérida, pero hay que añadir que
en parte soluciona la creciente falta de plazas de trabajo estables para la
población asentada en las colonias marginadas de la ciudad y en las comisarías.
El ciclo reproductivo de la mujer influye
mucho en su permanencia en la maquila. Al casarse o bien al aumentar sus
responsabilidades domésticas debido a un mayor número de hijos, la
participación laboral de la mujer tiende a disminuir. Así, el empleo generado
por las maquiladoras no representa una solución integral en el ámbito del hogar,
aunque es indudable que representa una alternativa muy importante para el
acentuado desempleo regional. Las perspectivas del proyecto maquilador son
importantes y halagüeñas para Yucatán. De 1990 a 1995 el número de maquiladoras
creció más del doble. Así, en 1995, en 37 establecimientos laboraban 6,000
personas y de estas el 80% eran mujeres que al integrarse a la actividad
maquiladora se fueron convirtiendo en el principal sostén de sus hogares,
además de servir de ejemplo para que otras mujeres busquen integrarse al
trabajo asalariado.
La mayor parte de las maquiladoras continúan
instalándose en la conurbación Mérida-Progreso, allí se ubican 33 de ellas. Sin
embargo, importantes plantas han empezado ya a ubicarse en el medio rural en
Umán y Motul. De igual manera se ha diversificado el origen del capital
maquilador. En Motul, por ejemplo, se ha instalado la planta “Monty” productora
de pantalones de mezclilla “Lee” de capital coreano y que emplea a varios
cientos de personas en esa población.
INDUSTRIA DE LA CONSTRUCCIÓN
Se dice que la industria de la construcción es
uno de los mejores termómetros para medir las buenas o malas condiciones de la
economía de una región. Si bien hay mucho de verdad en esto, pues una
construcción constante refleja vitalidad económica, también es cierto que la
industria de la construcción es un sector muy monopolizado y dependiente de dos
factores: el crédito bancario y la obra pública. Hasta antes de 1983 la
industria de la construcción se disputó con la cordelería la participación
mayoritaria en el valor industrial. Por ser dependiente de los dos factores ya
mencionados, el crédito y la obra pública, que dependen de decisiones de
política económica y no sólo de factores de mercado, la construcción es
impactada con distinta intensidad y a otros ritmos que el resto de las
actividades económicas. Así, la repercusión de las crisis de 1982, 1987 y 1994
en esta industria fue muy desigual. En los ochenta, por ejemplo, la obra
pública se incrementó bajo la forma de un magno puerto de altura en Progreso,
cuya concesión, obtenida por medio de favores políticos, engrosó los capitales
de tan sólo un par de grandes compañías constructoras y sólo drenó
secundariamente hacia otras.
El carácter aleatorio de la construcción y la
importancia de la inversión estatal en ella, han hecho que en los períodos de
crisis sean solo las grandes compañías las que tienden no sólo a sobrevivir
sino también a crecer, pues no se descapitalizan por largos períodos de
inactividad y tienen acceso vía crédito a considerables cantidades de dinero,
así como a la infraestructura y la maquinaria necesarias para emprender obras
en gran escala y de manera muy intensa. Las pequeñas compañías quiebran o sólo
sobreviven ante las crisis, dedicándose a obras pequeñas, principalmente
viviendas. En los empresarios de la construcción resalta la importancia de las
redes de amistad, parentesco y compadrazgo para conseguir recursos y se deja
ver con claridad que las relaciones preferenciales para obtener créditos
bancarios y concesiones de obras públicas son parte fundamental y normal del
funcionamiento de las empresas. La importancia de estas redes aumenta conforme
al tamaño de las empresas, pues los nexos de los grandes empresarios
constructores con políticos de alto nivel y funcionarios bancarios son una
condición básica para el éxito de sus negocios.
La tendencia de las empresas constructoras ha
sido la de recuperarse con rapidez a las crisis de los años ya mencionados.
Así, si en 1985 existían 325 empresas registradas, diez años después, en 1995,
ya habían 397. En 1985, seis empresas eran las más grandes y concursaban en
toda la península de Yucatán para las obras mayores, tanto del Estado como de
la iniciativa privada. En el 1995 ya existían nueve empresas gigantes (mas de 24
millones de pesos anuales de valor de su producción), 12 grandes (entre 12 y 24
millones) y 18 medianas (de 5 a 12 millones).Las otras 358 empresas
constructoras eran micro o pequeñas. Las 39 constructoras ubicadas en los tres
rangos superiores, daban empleo al 44% de todo el personal ocupado en la
construcción, entre albañiles y empleados (empleaban a 2,428 de un total de
5,486 personas), pagaban el 47% de los salarios, y aportaban el 54% del valor
de la producción. Puede notarse con facilidad el alto nivel de concentración de
capital y trabajo en las empresas mayores. Podemos decir que 10% de las
empresas controlan el 50% de la actividad. Comprender el funcionamiento de la
industria de la construcción resulta de la mayor importancia en términos sociales,
pues la albañilería es el empleo más común para grandes contingentes de
desempleados, en especial de origen rural y maya. La mano de obra empleada en
la construcción no requiere de una gran capacitación, por lo que es una
actividad para los campesinos que migran del campo a la ciudad y sobreviven en
este tipo de empleos.
Como ya señalamos los contactos políticos son
básicos para las grandes compañías constructoras. Consideramos que, por
ejemplo, en 1995 del total del valor de la producción en el sector formal de la
industria de la construcción el 64% correspondió a la obra pública y sólo el
36% restante a la obra privada. Pese a la crisis provocada por la devaluación
de 1994, la industria de la construcción en Yucatán volvió a repuntar. Las
estadísticas del INEGI ubicaron a Yucatán entre los cinco estados del país con
mayor crecimiento en este rubro en el primer semestre de 1997 en comparación
con el primer semestre de 1996. En julio de 1997 los empresarios de la
industria de la construcción firmaron un convenio con INFONAVIT y buscaron
créditos de Nacional Financiera (NAFI), en cuyos términos contarían con
financiamiento hasta del 80% del costo total de sus proyectos. Al mismo tiempo,
el Estado comenzó acciones para aplicar el Programa de Subsidio y apoyo a la
vivienda con recursos de FOVI y también de INFONAVIT que contempla la
construcción de seis mil viviendas en Mérida, Progreso y otras ciudades del
estado hasta el año 2000.
Aunque la construcción de vivienda popular es
una necesidad social y una alternativa importante para las empresas
constructoras, el problema es que la capacidad adquisitiva del mercado no se
desarrolla conforme a la necesidad. Es decir, aunque la necesite, poca gente
tiene dinero para adquirir una vivienda. Los primeros años de los noventa las
compañías constructoras contaban con créditos suficientes para construir
fraccionamientos populares. Se levantaron así varios miles de casas que no se
vendieron. la sobre oferta llevó a la especulación y esto dio lugar a un
problema aún más grave que es la invasión de predios. En consecuencia, en los
próximos años no se prevé que en Yucatán se desarrollen grandes proyectos de
vivienda popular aparte del programa ya mencionado.
EL COMERCIO Y LOS SERVICIOS
El comercio y los servicios han sido, desde la
década de los setenta, los mayores generadores de ingresos en la economía. Este
predominio sostenido ha pasado a ser una característica económica común o la
forma tradicional de la economía yucateca, ocupando el lugar que antes tuvo la
producción henequenera. Su importancia se ha acentuado en los últimos años por
un conjunto de factores de distinta índole. Por un lado, pese a su decreciente
peso sectorial, debemos tener en cuenta la mayor diversificación de la
industria. Al disminuir en importancia la actividad agroexportadora, con sus
mecanismos de abastecimiento de bienes y servicios muy señalados y
monopolizados en gran parte por la burguesía estatal y sus concesionarios y al
crecer en distinto grado otras ramas industriales, se generaron nuevas demandas
de bienes y servicios. Esto llevó a la aparición de nuevos intermediarios
comerciales, de técnicos y de profesionales cuyos servicios antes no se
requerían, de la necesidad de nuevos perfiles de capacitación de la mano de
obra y de otro tipo de servicios educativos, así como de más transportes y
despachos jurídicos y contables.
De esta manera la industria, pese a la
disminución en importancia de la cordelería, ha alentado directamente al sector
de comercio y de servicios al diversificarse. Este sector se presenta con una
homogeneidad que dista mucho de acercarse a la realidad. La aparición de nuevos
servicios orientados hacia la computación, la informática, las
telecomunicaciones, la publicidad y la aparición de nuevas carreras técnicas y
profesionales en la región, van delineando un perfil del sector que, si bien en
muchos aspectos es aún incipiente, lo vuelve cada vez más heterogéneo y lo
empieza a sofisticar tecnológicamente, aunque en muy pequeña escala. El papel
que dentro del equilibrio de la estructura económica estatal juega el sector
comercial y de servicios es muy importante y con toda probabilidad mantendrá su
predominio y aumentará su complejidad en los próximos años. Sostenemos que la
dinámica de este sector es resultado tanto de una mayor diversificación y
crecimiento de la estructura económica global, como de la mayor presión y
disponibilidad de la fuerza de trabajo no calificada en los centros urbanos de
Yucatán.
Otros dos factores también deben tomarse en
consideración para comprender mejor el papel del comercio, son los transportes
y los servicios de hotelería. Además del hospedaje, el gasto del turista se
orienta hacia los alimentos, la ropa, la transportación, las artesanías y el
material fotográfico. El segundo factor a considerar es el gasto público, pues
pese a su decremento, continúa apoyando al mercado interno a través de las
remuneraciones a la burocracia y la demanda directa de bienes, servicios,
construcción y transporte para la administración y la obra pública. Así, esta supuesta
“terciarización” de la economía puede comprenderse como el resultado de la
dinámica más general del desarrollo de la región yucateca y de la
profundización de las relaciones de producción capitalistas en la península.1
Ni la demanda creciente de empleo y la mayor disponibilidad de fuerza de
trabajo en los medios urbanos, ni el desarrollo de actividades supuestamente
marginales, pueden explicar por si solas el crecimiento del comercio, la
transportación y los servicios como lo hace ver también el crecimiento de los
otros sectores de la economía, tanto aquellos considerados directamente
productivos, por ejemplo la industria y el turismo, como el gasto público que
no lo es tanto.
EL COMERCIO INTERIOR
Según los censos económicos de 1994, en
Yucatán existían 25,971 establecimientos dedicados al comercio, que ocupaban a
64,973 personas. De estos, la mayor parte eran pequeños establecimientos
unipersonales o de carácter familiar. El 94% de los comercios de Yucatán se
dedican a la venta al menudeo y emplean un promedio de poco más de dos personas
por unidad. Sólo el 6% (1591 establecimientos) pueden ser considerados como
comercios al por mayor que empleaban un promedio de 8 personas por unidad. Los
comercios al menudeo se dedican fundamentalmente a la venta de productos
alimenticios, bebidas y tabaco (el 70%), es decir, changarros y pequeñas
tiendas y restaurantes, en tanto que el principal número de comercios al
mayoreo (el 72%) se dedica a la venta de todo tipo de productos no
alimenticios. Como es previsible, Mérida es el municipio que concentra a la
mayor cantidad de establecimientos comerciales, tanto al mayoreo como al
menudeo, pues el 50% de ellos se ubica allí, en tanto que el 50% restante se
distribuye entre los otros 105 municipios del estado.
Sin embargo, la importancia del empleo en el
sector comercio es mucho mayor en Mérida, que concentra a casi todos los
establecimientos dedicados a la venta al mayoreo. En el municipio de Mérida se
concentra el 66% de la población total dedicada al comercio, pero también se
concentró la mayor cantidad de empleados asalariados dedicados a esta
actividad, pues el 88% de los salarios totales desembolsados en este sector se
pagan en la capital. Así, el comercio es la principal actividad económica de
Mérida y no sólo de Yucatán. Esto es aún más patente si nos fijamos en la
participación del comercio en el Producto Interno Bruto de Yucatán. El comercio
representó la actividad económica más importante dentro del PIB, con poco más
del 22% del valor porcentual. Pero lo que es aún más representativo, desde 1970
el comercio ha mantenido su hegemonía en relación a los otros sectores.
Las principales transformaciones del sector
comercial obligan a señalar que estas estadísticas nos hablan del comercio
interior. En este sentido, Mérida sigue siendo el principal centro de población
del sureste mexicano y el más importante redistribuidor de mercancías hacia los
estados de Campeche y Quintana Roo. Por tal motivo mantiene su atractivo para
las grandes cadenas comerciales nacionales y extranjeras que se establecen en
la ciudad y que, junto con la multiplicación de las plazas comerciales han
revolucionado las formas de mercadeo y la cultura del consumo durante los
noventa, empezando a desplazar al capital local del comercio peninsular. En
Mérida se ha establecido la cadena OXXO, propiedad del grupo regiomontano
Fomento Económico Mexicano (FEMSA) que entra a competir con la internacional
Seven Eleven y la cadena local SuperKin. Se trata de tiendas de conveniencia,
abiertas 24 horas. Estas se suman al grupo francés Carrefour, que inauguró su
hipermercado en 1997 y a varias cadenas ya presentes como Comercial Mexicana,
Sam’s Club (WallMart y Cifra), PriceClub y Chedraui, que vienen a competir con
grupos locales como San Francisco de Asís y SuperMaz. Destaca también en
materia de comercio interior la participación de inversionistas holandeses en
el comercio local, quienes han tenido gran éxito en la venta de electro-
domésticos, con la adquisición de las tiendas del grupo Mericolor que eran de
capital local.
Con la presencia de las grandes cadenas el
comercio interior yucateco, en su gran mayoría pequeño y mediano, enfrenta tres
retos. El primero es la modernización de locales e infraestructura, que lleven
a la conversión de las tiendas de mostrador a tiendas de autoservicio. El
segundo es el establecimiento de uniones de compra para adquirir grandes
volúmenes de mercancía a bajo precio. El tercer reto no tiene tanto que ver con
los establecimientos comerciales sino con sus proveedores, pero finalmente
repercutirá en estos. Se trata de la dificultad para el cumplimiento de la
norma oficial mexicana (NOM. 050) que obliga a los productores a mejorar
estándares de calidad y presentación de productos, incluyendo fechas de
elaboración y caducidad.
EL COMERCIO EXTERIOR
Es necesario decir algunas palabras sobre el
comercio exterior. Desde la firma del TLC se ha pretendido orientar un sector
de la planta productiva yucateca hacia la exportación. Los resultados han sido
interesantes pero son todavía aislados. Un problema es el rezago de los
exportadores locales en materia de calidad. Según la SECOFI, 200 empresas
locales exportaban en 1997, pero sólo 40 de ellas tenían sistemas de control de
calidad y cumplían con las normas de los mercados internacionales. De esta
manera hasta un 80 por ciento de los exportadores locales podrían salirse
eventualmente de los mercados internacionales por este rezago. No hay que
olvidar que a partir del año 2,000 cuando entre en vigor la tercera fase del
TLC, Estados Unidos y Canadá exigirán la certificación de la norma ISO-9000.
Por tal motivo los exportadores yucatecos actuales se orientan a los mercados
menos exigentes del Caribe y América Central. Uno de los pocos efectos
positivos de la devaluación de 1994 fue el incremento de los volúmenes de
exportación. ¿Qué es lo que exporta Yucatán?. Entre los principales productos
está la miel de abeja, que se exportó por un valor de 15.4 millones de dólares
en 1996 y 12.3 millones en 1997, hamacas, sal refinada (más de 500 mil tons.),
galletas, jugo de sábila, frijol blanco y negro, calzado sintético, aceite
comestible, jabón de lavar, mariscos, jugos cítricos y derivados pétreos, entre
otros.
LOS SERVICIOS
El renglón de servicios comunales, sociales y
personales ocupa el segundo lugar en cuanto a participación dentro del producto
interno bruto de Yucatán, con un 21 por ciento, con la característica adicional
de que desde 1970 ha venido aumentando en importancia, tanto en términos de su
valor como actividad económica, como en el número de empleos generados. Este
renglón es aún más importante si le sumamos el PIB generado en los servicios
financieros y en el de comunicaciones, que hace que casi el 30 por ciento del
producto interno bruto de Yucatán provenga de actividades de servicio. Esto se
vuelve a reflejar en el empleo. Si a este tipo de servicio le añadimos el que
corresponde a la burocracia, es decir, a todos los empleados en el gobierno y
las dependencias federales, tenemos que poco más del 50 por ciento de la
población empleada en Yucatán lo hace en algún tipo de servicio. Esto es
importante en especial para Mérida, pues al ser la capital del estado y el
mayor centro urbano de la península se vuelve también el centro más atractivo para la búsqueda de
empleo en algún tipo de actividad de servicio.
El conteo de población y vivienda del INEGI
indicó que en 1995 la Población Económicamente Activa (PEA) o sea la población
de 12 años o más ascendía a 1'123,539 individuos, de los cuales 638,799 estaban
ocupados. De estos últimos el 50 por ciento, es decir 322,292 personas ganaban
menos de un salario mínimo y 316,507 percibían más de esa cantidad. De estos
alrededor de 60,000 personas, es decir casi el 20 por ciento, trabajaban en el
gobierno, ya sea a nivel municipal, estatal, federal, en la educación, la
policía, el ejército o el sector salud. Aunados a los servicios profesionales y
privados de toda índole, conformaron el contingente más importante de población
ocupada en Yucatán.
TURISMO
La industria turística ha mostrado a partir de
1960 un incremento sostenido e impresionante, que la lleva a ser una de las
actividades con mayor futuro y dinamismo para Yucatán. En muchos sentidos puede
plantearse que el turismo tiene el potencial para llegar a ser en el próximo
siglo la principal actividad generadora de divisas, similar a lo que significó
el henequén para Yucatán en el siglo XIX. Si en 1960 sólo visitaron Yucatán
31,783 personas, en 1970 pasaron a 285,000, en 1980 a 900,000 y en 1997 la
afluencia llegó a 1'331,000 turistas. El turismo como alternativa de inversión
empezó a ser muy atractivo para los empresarios yucatecos desde los años
sesenta. Durante los setenta, los créditos del Estado para la hotelería fueron
muy restringidos en Yucatán y el peso de la inversión corrió en lo fundamental
a cuenta del capital privado local y del
gran capital privado internacional. La cercanía de Cancún contribuyó a
restringir la inversión turística oficial, pues se prefirió concentrar recursos
en ese punto del caribe. Con las crisis de los ochenta la inversión turística
se detuvo, pero solo momentáneamente, pues a partir de 1988 el turismo se
reactivó como frente de inversión y ahora con una actitud mucho más agresiva y
dinámica por parte del capital privado regional y de las grandes cadenas
internacionales. Los nuevos inversionistas son ahora o grandes capitales
hoteleros transnacionales o empresarios ligados a la banca.
Con un millón trescientos treinta y un mil
visitantes y más de mil quinientos millones de pesos gastados en 1997, el turismo
es una de las actividades que ha repuntado con más fuerza a partir de la crisis
de 1994. El organismo oficial encargado del turismo, Cultur, esperaba alcanzar,
en 1997, el récord de un millón y medio
de visitantes a las zonas arqueológicas de Yucatán. 162 hoteles de 0 a 5
estrellas configuran una oferta de 6,132 cuartos disponibles en el estado, es
decir una infraestructura capaz de alojar hasta dos millones de turistas
anuales. Los promedios de ocupación hotelera y de días de estancia han ido subiendo
los últimos tres años, hasta llegar a 80 por ciento y dos noches
respectivamente.
La recuperación del sector turístico obligó a
pensar en la ampliación de la industria hotelera. La Cámara Nacional de
comercio y servicios turísticos considera que para el año dos mil la
infraestructura hotelera será insuficiente, por lo que es necesario construir
nuevos hoteles en Yucatán, en especial los hoteles de cinco estrellas y de gran
turismo que alcanzan hasta el 100 por ciento de ocupación hotelera en determinados
períodos gracias a su promoción especializada y a la atracción de
convencionistas a nivel internacional. Pese a las diferencias en la ocupación
sigue aumentando la infraestructura hotelera en Yucatán, en especial en la
costa y en el interior del estado. En la costa se incrementa la oferta hotelera
con el inicio de la construcción de los hoteles Sol Telchac, de los
propietarios del hotel Conquistador de Mérida y del Mayaotel, del grupo Dicas,
que junto con el ya existente hotel Maya Yucatán, administrado por Serfín,
constituirán una pequeña zona hotelera en playas yucatecas. Vuelos charters,
cruceros turísticos, convencionistas y una agresiva publicidad han sido las
formas para intentar atraer visitantes a Yucatán.
El turismo cultural ha logrado considerable
avance en los últimos años con el impulso del programa Mundo Maya, que ha
acrecentado los flujos de turistas, en especial europeos. Pero en cambio el
turismo recreativo de playa no se ha desarrollado lo suficiente. Su principal
ventaja es la mayor permanencia del turista en la entidad. Siete días del
turista de playa contra uno o dos del cultural son suficiente argumento para
tratar de promover la costa yucateca. Sin embargo, en esta zona radica
precisamente el talón de Aquiles del turismo en Yucatán. La falta casi absoluta
de infraestructura turística en las playas no las hace atractivas, pues el
turista además de cuartos requiere de muchos otros servicios, como
restaurantes, discotecas, balnearios, baños públicos e higiene. Será necesario
invertir grandes cantidades de dinero en las playas yucatecas para poderlas
convertir en atractivos turísticos.
Vale la pena mencionar un segmento muy
especial de la hotelería que aunque pequeño resulta interesante. Se trata de
siete ex-haciendas henequeneras restauradas por Banamex -una funcionando, tres
en obra y tres en proyecto- que ofrecen una original forma de turismo cultural
a visitantes de altos ingresos (350 dlls. por noche) en su mayoría europeos.
Esta modalidad hotelera de pocos cuartos está orientada a un mercado de altos
ingresos interesado en arquitectura, restauración e historia. Este sector del
mercado apenas se abre, pues también hay inversionistas alemanes interesados en
invertir en ex-haciendas henequeneras.
LOS GRUPOS EMPRESARIALES Y LAS EMPRESAS MÁS
IMPORTANTES DE LA ENTIDAD
Evolución de los pequeños empresarios
La
evolución de la población empresarial presenta modificaciones interesantes con
el paso de los años. Vayamos con brevedad a los años cincuenta a fin de tener
un espectro de comparación temporal amplio. Hacia 1950 ya se sentían en la
economía yucateca los efectos de la pérdida de los mercados internacionales
ganados durante la segunda guerra mundial por la industria cordelera, la más
importante de aquella época. Yucatán se encontraba en una estado de pobreza
bastante agudo, si lo comparamos con el auge de la industria manufacturera o de
la agricultura de riego en otras partes del país y era expulsor de población.
Esta debilidad económica, aunada al acentuado
proceso de centralización de capital, que se encontraba principalmente en los
cincuenta empresarios que monopolizaban la industria cordelera y algunos
comerciantes y banqueros, se refleja en el porcentaje de patrones o empresarios
con respecto a la PEA total en 1950, que no llega ni a 1% (0.6% por ciento). En
ese año la rama con una menor cantidad de patrones en relación con la PEA fue
la agropecuaria, comprensible ante un campesinado ejidal en proceso de
proletarización en las plantaciones henequeneras o atado a la agricultura de
subsistencia y al aún incipiente desarrollo de las actividades pecuarias. De la
PEA, en la industria existía sólo 1% de empresarios, contra 2% del sector
servicios. En este último sobresalía ya desde entonces el comercio, con 2.5% de
patrones en relación con su PEA, lo que nos indica más bien el carácter aún
familiar de este tipo de empresas. De hecho, en el comercio se agrupaba más de
la mitad del total de los patrones (51%), seguido por la industria de
transformación (22.6 por ciento).
Hacia 1960 el número de patrones o empresarios
en relación con la PEA es aún menor (0.5 por ciento). La crisis cordelera en
estos años es plena, además de que la caída de los precios y de las
exportaciones del cordel repercuten sobre las plantaciones henequeneras y en la
disminución del mercado urbano de consumo. Las ramas de actividad con una mayor
proporción de empresarios siguen siendo el comercio y la industria de
transformación; en ellos se ubican también los mayores porcentajes de
empresarios respecto al total (29%). En los sesenta, la industria de
transformación creció en importancia frente al comercio si la comparamos con la
década anterior. Ante la caída cordelera, esto parece reflejar un inicio de
diversificación industrial o al menos a grupos de individuos en busca de nuevas
actividades para invertir su capital.
En 1970 la situación era otra. El porcentaje
de patrones en relación con la PEA subió a 4% en tan sólo diez años, en un
proceso en el que la economía empezó a reactivarse. Si la crisis de los sesenta
multiplicó el número de empresarios, que invirtieron en pequeña escala en una
gran cantidad de firmas no muy grandes buscando alternativas ante la
contracción del mercado interno y la injerencia estatal en la cordelería, la
bonanza relativa de los años setenta detuvo este proceso de pulverización
empresarial y la aparición de empresas de pequeño tamaño y escaso capital. Los
tiempos de bonanza se prestaron al crecimiento y capitalización de los
empresarios ya establecidos.
En los ochenta creció el número de empresarios
en el sector agropecuario. Esto ocurrió debido fundamentalmente al avance de
las actividades pecuarias, como la ganadería y la avicultura, y no de las
agrícolas. El número de empresarios en esta rama casi se duplicó, en una
situación en que la PEA sectorial prácticamente no creció en una década. En la
industria, por el contrario, el porcentaje de empresarios en relación con la
PEA y con el total patronal disminuyó 3 y 4%, respectivamente. Esto es muy
visible en la industria de transformación, en un momento en que la PEA en ese
sector sube de 21,344 a 35,671 personas. Lo mismo sucede con la industria de la
construcción, que pasa de ocupar 6,385 personas en 1970 a 22,433 en 1980; y
pese a ello, ve disminuir a 4% el número porcentual de patrones o empresarios
respecto a su PEA. Las grandes compañías constructoras y el crecimiento de las
plantas industriales, con una mayor tendencia monopólica, se expanden y avanzan
hacia los distintos espacios regionales, ganando mercado a los pequeños
empresarios y participando con mayor fuerza junto a los grandes monopolios
nacionales.
Tendencias similares pueden notarse en el
comercio y los servicios. Sectorialmente la PEA ocupada creció más del doble
entre 1970 y 1980, pero el porcentaje de patrones y empresarios en relación con
ella disminuyó a la mitad, pues de 11.6% pasó a 5.8%. De igual manera disminuyó
su participación en el total empresarial en casi 13%, pues de tener 53% de
empresarios bajó a 40.4%. Aunque el comercio también ha visto disminuir su
porcentaje de empresarios ante la PEA empleada, es en los servicios y el
transporte donde la reducción es más significativa.
En relación con la década anterior, los
sesenta fueron una época de decrecimiento y estancamiento económico, tanto para
el estado en su conjunto como para el grupo empresarial. Los setenta, a su vez,
fueron una época de crecimiento e inauguración de nuevas actividades y formas
de administración empresarial, así como de una mayor presencia de empresas
medianas o incluso familiares, con un menor tamaño de los establecimientos
promedio. No puede negarse que hasta 1980 se vivían años de auge relativo y se
registraba una tendencia al crecimiento de la economía nacional y regional, con
un creciente gasto del Estado. A partir de 1983 se revirtió la tendencia de una
década antes: dejó de crecer significativamente el número de empresarios frente
a la PEA, se aceleró el proceso de centralización de capital y aumentó el
tamaño de los establecimientos en manos de los empresarios ya existentes. En
los años posteriores el número de empresarios fue mucho menor en relación con
la PEA, pero ahora por causas opuestas a las que antes provocaron este
fenómeno: recesión, desempleo, disminución del gasto público. Sin embargo las
tendencias centralizadoras en manos de ciertos empresarios permanecieron y se
vieron aún más acentuadas. Una vez alcanzado cierto tamaño y “cultura” de
operación a gran escala, el capital monopólico regional aprendió a sacar
provecho tanto del auge como de la crisis.
Los grandes empresarios
Una de las características de Yucatán fue el
dinamismo de los viejos hacendados henequeneros, que constituyó una élite que
supo modernizarse y manejó crédito, tecnología y mercados. Además, el grupo de
hacendados agroexportadores acumuló fortunas que posteriormente, y por la
pérdida de su posición política provocada por la Revolución, no alcanzaron a
reinvertir en Yucatán. Desde entonces las élites empresariales yucatecas se han
transformado de manera radical. A lo largo del siglo XX podemos observar junto
a la decadencia de los descendientes de los grandes hacendados y exportadores
henequeneros, la irrupción de nuevos grupos empresariales, originados en los
estratos medio y bajos de la sociedad regional. Entre ellos destacan los
profesionistas que se dedicaron a los negocios, los descendientes de
inmigrantes libaneses y los empresarios de otras partes del país que acudieron
a invertir a Yucatán. Aunque no sean propietarios, también podemos encontrar
desempeñando funciones empresariales en la región a los representantes de las
grandes cadenas nacionales e internacionales y a los gerentes de las plantas
maquiladoras.
De los 81 principales grupos que dirigían las
empresas de mayor tamaño de Yucatán en 1990,2 41 eran propiedad del capital
privado regional o bien los capitalistas yucatecos tenían acciones
mayoritarias.3 De estos 41 grupos empresariales, 23, dedicados a la ganadería,
la construcción, el turismo, el comercio, la distribución automotriz y las
comunicaciones, eran propiedad o estaban controlados por familias de apellido
hispano originarias de la clase media local, que en el curso de una a tres
generaciones ascendieron socialmente.4 En manos de familias de origen libanés
dedicadas a la industria, el comercio y la construcción, están doce grupos
empresariales. Estas familias iniciaron su ascenso social desde posiciones de
pobreza a partir de principios de siglo. Relacionados con el turismo, la
industria y también la distribución automotriz, hay cinco grupos que
corresponden a familias que empezaron a destacar durante el porfiriato, pero
vinculadas desde entonces al comercio y la industria, más que a las haciendas
(entre ellas cuatro provienen de inmigrantes
españoles) y ninguna es descendencia directa de los clanes Molina y
Escalante.5 Finalmente sólo uno de los grupos empresariales de importancia es
propiedad de una familia de apellido maya y origen humilde.
De las empresas restantes una treintena son
las representaciones locales de grandes grupos y monopolios nacionales e
internacionales. Dominan las ramas dedicadas a la avicultura, la panificación,
la producción de bebidas, derivados plásticos, cemento, construcción, alimentos
y la bolsa. Las grandes empresas nacionales presentes en Yucatán con
importantes inversiones de capital, se ubicaban hasta principios de los noventa
principalmente en la industria y en menor medida en el comercio, situación que
como hemos visto fue cambiando a lo largo de la década. Finalmente tenemos
algunas grandes empresas en manos del gobierno federal, dedicadas a proveer
servicios financieros, comunicaciones y energéticos.
Las características actuales de Yucatán
apuntan hacia una estructura productiva diversificada, y la desaparición de las
empresas del Estado provocada por el proceso de privatización que se empezó a
impulsar desde 1982 y que se completó en el sector productivo y financiero
hasta 1997. De igual manera hay una profunda integración a los mercados
nacionales e internacionales, con la presencia de muchos de los monopolios más
importantes del país. Los empresarios locales controlan aún más de la mitad de
los consorcios mayores. Se caracterizan por ser una élite de los negocios
heterogénea, producto de más de medio siglo de movilidad social, que desde
fines de los setenta ha presentado la tendencia a reunir sus empresas
familiares en grupos corporativos en los que aún se subordina la administración
profesional a los imperativos de la dinámica familiar.
Principales grupos empresariales y empresas
por sector
Agricultura.- Después del desplome henequenero
la agricultura ha tenido un desarrollo muy pobre en Yucatán y no ha atraído
grandes capitales locales. Una de las empresas más interesantes operando desde
1990 en el campo yucateco es de capital israelita. Se denomina “Primavera
yucateca” y ha impulsado 54 invernaderos hortícolas que exportan hortalizas, en
especial tomate, a los Estados Unidos (1,200 tons en 1997). Pese a la
privatización de la industria cordelera en el cultivo de henequén no existen
aún grandes empresarios agrícolas, siendo estos parcelarios o ejidatarios.
Otras ramas dinámicas del campo yucateco, la miel y la citricultura, funcionan
en algunas etapas de su industrialización o mercadeo bajo la forma de
cooperativas o empresas sociales, como “Apícola Maya” o la planta procesadora
de jugos del poblado de Akil. En 1997 una empresa de capital iraní comenzó a
impulsar el proyecto de sembrar mil has. de tabaco para exportación. En general
el campo yucateco no es un punto fuerte de acumulación de capital.
Ganadería.- La ganadería bovina es dominada
por empresarios yucatecos dedicados a la producción de ganado de engorda. La
extensión promedio de los ranchos particulares no suele ser muy grande, pues se
ubican entre 1,000 y 5,000 has. aunque algunos ganaderos poseen muchos ranchos.
Los ranchos mayores se encuentran en el noreste (la zona de Tizimín) y el sur.
Los mayores hatos ganaderos individuales se mueven en torno a las 5,000 cabezas
de ganado y entre las principales empresas ganaderas se encuentran los diversos
ranchos San Antonio, propiedad de la familia Macari y los ranchos de las
empresas López, Carrillo, Monforte, Mézquita, Aguiar y Cervera. El horizonte de
la ganadería bovina está dominado por capital local, aunque en 1997
inversionistas chiapanecos empezaron a adquirir ranchos en el oriente del estado
para dedicarlos a la producción de leche. La porcicultura, es una actividad muy
redituable integrada por numerosas
empresas. Entre las más grandes hay algunas ejidales y otras cooperativas de
capital social. Entre las empresas privadas más importantes podíamos encontrar,
hasta 1996, las de Adolfo Peniche y Abraham Jorge.
La avicultura en cambio está dominada por tres
grandes grupos empresariales. La empresa Campi perteneciente al grupo
UNIVASA-DESC, que es un monopolio nacional y SANJOR perteneciente al grupo
Sanjor local y propiedad de Jorge Dorantes. Se dedican a la producción avícola
de carne. Está también Empresas Fernández perteneciente al grupo local empresas
Avícolas Fernández, de Jorge Fernández, que se dedica a la avicultura de huevo.
Cabe señalar que estas empresas integran procesos productivos pues han
desarrollado plantas procesadoras de alimentos balanceados.
Pesca.- La Pesca está controlada por
empresarios locales que a través de empacadoras y frigoríficos financian la
actividad. Los tres más importantes son la Atlántida, del grupo Atlántida,
propiedad de Fernando Gamboa, Astemex.-Pescamex, Grupo del Mayab de Juan
Zacarías Dib y las embarcaciones y congeladora propiedad de Mario Uc Cuevas. En
la exportación de sal podemos ubicar a una gran empresa local, la Industria
Salinera de Yucatán, propiedad del grupo Hnos. Roche cuyos propietarios son
Roger y Joaquín Roche y José Palomeque.
Manufactura.- En la industria manufacturera
podemos ubicar al menos 16 grandes empresas. Muchas de estas están dedicadas a
la producción de alimentos y bebidas, y aunque algunas son filiales de
transnacionales, como las embotelladoras de Coca-Cola y Pepsi-Cola, se
considera en principio a los concesionarios como capitalistas locales. Ocho de
estas empresas son de capital local: estas son las embotelladoras de Coca-Cola
del grupo Fomento Corporativo Peninsular, encabezado por Fernando Ponce García.
HYSA y Harinera del Sureste, dedicadas a la producción de aceites comestibles,
jabones y harina, del grupo HYSA, propiedad de Jacobo XacurEljure, que a pesar
de haberse declarado en quiebra a raíz de la devaluación de 1994 continúa
operando. Productos de Harina, del Grupo Dondé de Carlos Gómory dedicado a
galletas y pastas. Hilados y Tejidos Wabi, del Corporativo Wabi, de Gabriel
MichelWabi Dogre, y Plastherm de Yucatán, del Consorcio Industrial Maldonado
dedicado a empaques y bolsas de polietileno, de la familia Maldonado.
De los otros tres corporativos de capital
local que se ubican en la manufactura, dos están dedicados a la producción de
material de construcción: MITZA, del grupo del mismo nombre de Manuel Mantecón
y Siderúrgica de Yucatán, del grupo de la familia Erosa. El último de los ocho
corporativos manufactureros de capital yucateco se dedica a la producción de perfiles
y contornos metálicos, se trata del Gallo del Sureste y Perfiles Cominsa, del
grupo Zelma de Alberto ZahoulMadahuar. Entre estos ocho corporativos yucatecos
sólo uno proviene del capital de una antigua familia de industriales
porfiristas, cuatro se originaron de la clase media yucateca de mediados de
este siglo y los otros tres son descendientes de migrantes pobres de origen
libanés.
Las otras ocho empresas que dominan la
manufactura yucateca pertenecen a sendos corporativos de carácter nacional. Seis
se ubican en el renglón de alimentos y bebidas: galletas Palma de Gamesa,
Panificadora Trevi de Bimbo; Cervecería Yucateca de la Cervecería Modelo, Embotelladora de Pepsi-Cola de Pepsi-Cola y
concesionada por Enrique Molina, MASECA del grupo de Hank González y
Campi-Nutrisur del grupo Desc, de Fernando Senderos Mestre. Una se dedica a la
producción de sellos mecánicos, Urda del Sureste, Grupo Urda de Hugo Fentón y
otra a la producción de Cemento, Cementos Maya del Grupo Monterrey.
Construcción.- La industria de la Construcción
en cambio, debido a la mayor informalidad con que se organiza el proceso
productivo y en especial a la cercana identificación de intereses entre
constructores, políticos que autorizan la obra pública y banqueros que ofrecen los
créditos, está dominada por los corporativos de capital local. Destacan cinco:
Inmobiliaria Díaz, del Grupo Díaz, de Omar G. Díaz y Díaz. Promotora
Residencial, del Grupo del mismo nombre de Armando Palma Peniche, URBA, del
Grupo Urba, de Jacobo Xacur. SUCASA, del Corporativo Abraham, de Asís Abraham, Canteras Peninsulares, del
Grupo Consorcio del Mayab de Benjamín Paredes. También encontramos dos grandes
grupos constructores nacionales; ICA y Bufete Industrial.
Comercio.- El comercio está controlado por 19
grandes firmas de las que diez son locales. En el ramo de supermercados y telas
encontramos el corporativo Abraham, de Asís y William Abraham y el Grupo Maz.
En el de vestido y tiendas departamentales las tiendas y el Corporativo Chapur
de Jorge ChapurBardahuil y su hijo José ChapurSahoul. En las farmacias compiten
las cadenas del Grupo Canto, de Armando Canto y del Grupo YZA, de Emir
Yza. En cuanto a automóviles y camiones
destaca el Grupo Fomento Corporativo Peninsular (también concesionarios de la
Coca Cola) de Fernando Ponce García y el Grupo Dicas, distribuidor de la
General Motors de Omar G. Díaz y Díaz (también dedicado a construcción y bienes
raíces). Las empresas Seijo, parte del grupo Seijo encabezado por José Seijo
Gutiérrez, se dedican a la ferretería y a la distribución de maquinaria
agrícola. También importan y distribuyen máquinas el grupo Loret de Mola, de
Emilio Loret de Mola Díaz (quien también es concesionario de Gasolineras de
Pemex). La producción y distribución de licores es llevado a cabo por el Grupo
DCM, de Luis Achurra y Pedro González.
Las firmas nacionales que operan a gran escala
en el sector comercial son menores. Hay que mencionar los supermercados del
Grupo Chedraui de la familia Chedraui, veracruzanos de origen libanés, y la
cadena nacional Comercial Mexicana. Sin embargo un fenómeno reciente de la
mayor importancia es la presencia de grandes capitales transnacionales en la
actividad comercial, tanto a nivel de ventas al mayoreo como directas al
público. Cuatro grandes firmas internacionales han hecho su aparición en
Yucatán. PriceClub, Sam’s Club, Carrefour y Seven Eleven, junto con la cadena
nacional Oxxo, empiezan a controlar el horizonte de la comercialización, no
sólo en Mérida, sino en todo el estado.
Comunicaciones.- En el periodismo destaca el
grupo editorial de “El Diario de Yucatán”, de Carlos R. Menéndez, el rotativo
más antiguo y de mayor impacto en el sureste de México, que agrupa además otras
actividades editoriales e inversión en bienes raíces. El Grupo Sipse que
controla un canal de TV local, una repetidora, el diario “Novedades de
Yucatán”, estaciones de radio, aerotaxis y constructoras y el Grupo Rivas que
controla más de una docena de radiodifusoras e incursiona además en la TV.
Turismo.- El turismo es un sector en el que
las inversiones de peso corresponden al capital internacional. Los hoteles de
más tamaño en la ciudad, como el Hyatt, el Fiesta Americana y el HolidayInn,
son administrados por grandes cadenas internacionales con participación minoritaria
de algunos inversionistas locales, como el Fiesta Americana en el que se
encuentra invertido capital de la familia García Ponce. A nivel de capital
nacional la novedad es la incursión de la Banca en la hotelería como el grupo
Serfín, que por deudas obtuvo un hotel Maeva en las playas de Telchac y lo
administra directamente y Roberto Hernández, que a través de Banamex desarrolla
un gran proyecto turístico con la reconstrucción de ex-haciendas henequeneras.
Entre el capital local que destaca en el
turismo se encuentra el grupo Barbachano, de la familia del mismo apellido, que
fue pionera en este ramo y que tiene intereses en hotelería en Mérida,
ChichénItzá y Cancún. El grupo Molcas, de José Trinidad Molina Castellanos y
sus hijos que reinvirtieron capital obtenido inicialmente de la cordelería en
el turismo. Controlan fundamentalmente el transporte turístico, con flotillas
de camiones, yates y taxis aéreos. De manera secundaria han invertido en
hotelería. Su radio de acción fundamental es el caribe y las zonas
arqueológicas. Algunas empresas constructoras también han derivado hacia el
turismo, como el grupo Dicas, de Omar G. Díaz y Díaz que inició la construcción
del “Mayaotel” en Telchac Puerto y tiene planes para construir un nuevo hotel
en Izamal a partir de 1998.
Finanzas.- La Banca es un sector controlado
por capitales nacionales y, a partir de los rescates bancarios de los noventa,
también por capital internacional. La tradicional presencia de algunos
banqueros yucatecos como por ejemplo Erosa Cámara o Agustín Iturralde en los
antiguos “Banco del Sureste” y “Banco de Yucatán” y después en el Banco del
Atlántico no han tenido continuación a ese nivel en la actualidad. Tres
procesos recientes han disminuido la presencia del capital yucateco en la
banca. Primero el proceso de monopolización nacional del capital financiero, en
el que durante los setenta los grandes grupos bancarios absorbieron a la mayor
parte de la banca regional del país. En Yucatán fue el Banco del Atlántico
quien tuvo mayor presencia en esa época. Segundo, la nacionalización de la
banca de 1982 y el auge de la bolsa de valores en México, y tercero la
reprivatización de la banca que durante los noventa y en especial después de la
devaluación de 1994, se ha visto acompañada de una creciente adquisición de la
banca mexicana por el capital financiero internacional.
En este contexto, los grandes empresarios
yucatecos aún participan en los consejos de administración de algunas gerencias
regionales de las grandes cadenas bancarias nacionales. Y aunque en algunos
casos se las han arreglado para conservarse como accionistas a muy pequeña
escala, su presencia funciona como una alianza para orientar la dirección de
las inversiones bancarias y obtener créditos preferenciales para sus propias
empresas. Como ejemplo podemos mencionar a Bancomer, en el que aún tiene
presencia Fernando Ponce García, la cabeza del grupo Fomento Corporativo
Peninsular (más de 24 empresas), Juan Macari cuya familia suma alrededor de 30
empresas y, aunque disminuida a partir de la muerte de don Vicente Erosa
Cámara, también la familia Erosa. El Banco del Atlántico, en el que aún
conserva presencia la familia Abraham (Grupo Abraham, más de 35 empresas) y
otros comerciantes de origen libanés. En la bolsa es importante la presencia de
Carlos Gómory Rivas (Galletera Dondé) como socio regional de Agustín R.
LegorretaChauvet, en la casa de bolsa Inverlat y en el grupo financiero Reto.
Como socios de su hermano Eduardo LegorretaChauvet encontramos en la Casa
Operadora de Bolsa a los ya mencionados Fernando Ponce García y a Jacobo
XacurEljure (Grupo Hysa), este último al menos hasta antes de los problemas
financieros que lo llevaron a la insolvencia de sus deudas bancarias en 1996.
Tendencias recientes
En términos generales podemos señalar que
después de la segunda guerra y hasta fines de los sesenta los grandes
empresarios se dedicaron a la cordelería y sus derivados y no hubo una
importante aparición de pequeños ni medianos empresarios. Durante los setenta y
los ochenta los dos fenómenos más interesantes son la diversificación de las
actividades económicas a las que se dedicaron los grandes empresarios y la
aparición y desaparición de varios miles de pequeños y medianos empresarios
siguiendo los períodos de auge y crisis. Dada la política neoliberal que se
comenzó a impulsar en México desde 1982, en la que el Estado se retira de las
actividades productivas y distributivas, los empresarios de todos tamaños son
ya un sujeto fundamental de la economía y lo serán por muchos años más. Durante
los noventa, sin embargo, la aparición de empresarios pequeños y medianos se ha
visto restringida no solo por la devaluación de 1994 y la recesión de 1995 y
1996, sino también por la presencia creciente de las grandes firmas y
monopolios que controlan cada vez más créditos, producción y ventas. Los
capitales regionales se enfrentan a los corporativos nacionales de manera
creciente y también a las grandes compañías transnacionales, en un proceso en
el que muchos son desplazados del mercado y quiebran, venden sus empresas o
permanecen como socios minoritarios y administradores.
En un proceso de expansión de los mercados
regionales de la Península, que puede ser interpretado como desarrollo
regional, las grandes empresas yucatecas se ven obligadas a competir con
empresas nacionales y transnacionales mayores. En este proceso algunas tienen
que unirse a ellas, dándose una fusión corporativa como fueron los casos de
Cementos Maya, adquirido por Cementos Monterrey, de Panificadora Trevi, por la
Bimbo, de Cervecería Yucateca por Cervecería Modelo. Otros empresarios se
vuelven concesionarios-accionistas, como el caso de las embotelladoras de
Coca-Cola y Pepsi-Cola. Otros comparten el mercado con grandes firmas
nacionales e internacionales, como los supermercados de la familia Abraham que
compiten ahora con Comercial Mexicana, Chedraui y Oxxo (nacionales) y
Carrefour, Sam’s Club, PriceClub, y Seven Eleven (internacionales) otros
capitales regionales se vuelven administradores de franquicias como BurguerKing
y MacDonald’s. Por último podemos considerar a los que son eliminados de
sectores de la actividad económica, como por ejemplo de la banca privada
institucional.
LOS PRINCIPALES DESAFÍOS DEL PRESENTE
El desafío económico
Uno de
los puntos nodales del problema económico y social de Yucatán lo constituye la
estructura laboral y la dinámica del empleo y desempleo en todo el estado y con
mayor virulencia en la ciudad de Mérida y la zona conurbada que ésta controla o
cuya población depende de la ciudad para generar algún tipo de ingreso
económico que le permita sobrevivir. El impacto de la economía urbana de Mérida
se mide no solo por la población considerada rural que se agrupa en las
minúsculas comisarías del municipio, que no llegan a 38,000 personas, sino en
la población rural y urbana de todo Yucatán que viaja a la ciudad de Mérida
para desempeñar alguna actividad o adquirir bienes y servicios. Esto es de
particular importancia en los municipios de carácter urbano que circundan la
ciudad, Progreso, Conkal, Umán y Kanasín, que funcionan en parte como ciudades
dormitorio de Mérida e incrementan el carácter expansivo del empleo que se
genera en esta ciudad.
Hay que destacar también que la integración
propiciada por las comunicaciones y la función de ciudad-dormitorio de los
pequeños centros urbanos en torno a la capital explica también que el
crecimiento de Mérida, que casi no llega a un punto porcentual entre el 1990 y
el 1995, se haya visto superado por el incremento de la población urbana en todo
el estado que fue superior a dos puntos. Los centros aledaños a la capital
comienzan a crecer también con mayor fuerza que el resto del estado. El sexenio
salinista continuó con las tendencias ya presentes en el estado desde los
ochenta. Los Censos Económicos de 1994 (con datos de 1993) nos muestran que, al
igual que la pausada pero constante concentración demográfica en las ciudades
del estado y en especial en Mérida, la estructura de la economía urbana
mantiene sus características, así como un ritmo lento pero constante de
expansión del sector comercial y de servicios, seguido por los pequeños
establecimientos manufactureros.
Es interesante señalar que en cuanto a las
características de las empresas, Yucatán en su conjunto muestra diferencias
sectoriales respecto a los totales nacionales, presentando casi el doble de
unidades económicas en el sector manufacturero, provocado por la presencia de
numerosos talleres pequeños y pocas industrias de gran tamaño. Por otro lado
presenta un menor porcentaje de unidades comerciales y de servicios que los
totales nacionales, lo que indica empresas ligeramente más grandes. Sin embargo
las características sectoriales del empleo en Yucatán son muy similares a las
del resto del país. La población se divide en términos muy gruesos en una
cuarta parte dedicada a las manufacturas, otra cuarta parte al comercio y la
mitad a los servicios, guardándose la proporción entre los servicios
gubernamentales y privados, lo que implica que el gobierno genera aún entre una
cuarta y una quinta parte del empleo.
Si ubicamos la estructura económica que
refleja el Censo de 1994 como empresas y empleos fundamentalmente urbanos y nos
ubicamos en la conurbación de los municipios de Mérida y Progreso, los de mayor
importancia económica y más habitantes urbanos, podemos ver las características
contrarias que nos muestran los datos agregados a nivel de Yucatán. Es decir,
que la participación de las unidades económicas en el conjunto sectorial es
casi idéntico a los porcentajes nacionales. Así el porcentaje de empresas en
cada sector tiende a ser similar en las ciudades más importantes del país. Sin
embargo respecto al empleo la situación cambia. En esta conurbación el empleo
en la manufactura es ligeramente mayor que respecto a los totales nacionales.
Pero es en el comercio donde aparece la verdadera vocación económica de la
ciudad, pues el empleo en ese sector es un 50% superior que las medias de
empleo en el comercio a nivel nacional. El carácter redistribuidor de Mérida
hacia el resto de la Península vuelve a mostrarse.
Si analizamos la población empleada en el
comercio al por mayor en los municipios de Mérida y Progreso, podremos ver que
casi el 25% de los empleados comerciales se dedicaban a esta actividad. El
comercio al por menor por supuesto, al igual que en el resto del país sigue
generando la mayor cantidad de ocupación pues también se ve favorecido por el
papel de Mérida como capital regional. En términos muy gruesos este era el
panorama de la economía urbana de Yucatán al finalizar el sexenio salinista. La
devaluación de diciembre de 1994 y la posterior recesión económica de los años
de 1995 y 1996 impactaron estas tendencias. Si nos fijamos en el Conteo Rápido
de Población de 1995, podemos ver algunas
señales que nos indican la presencia de la crisis económica aunque en esencia
las tendencias de especialización sectorial se mantienen en la economía del
estado, así como la dinámica del mercado de trabajo urbano de Mérida-Progreso.
La PEA parece haberse visto afectada a nivel
estatal, aunque hay que considerar que la crisis no solo generó desempleo, sino
en especial derrumbó el poder adquisitivo del salario y deterioró las
prestaciones laborales. Así en noviembre de 1995 el 58.53% de la población era
considerada como económicamente activa. El porcentaje de la PEA en Yucatán se
incrementó respecto a 1990, que fue de 44%. Esto demuestra que la respuesta a
la crisis fue una mayor búsqueda de
empleo, aumentando las probabilidades de encontrar ocupación al menos algunas
semanas del año, lo que no significa que tengamos mas plazas de empleo sino más
población buscándolas desempeñando algunas actividades eventuales.
Hay que resaltar otro dato significativo del
total de la PEA contada en Yucatán. El 38.9% fueron mujeres. Este porcentaje
resulta extraordinario, pues en 1990 la tasa de participación femenina en la
PEA fue del 21.3%, si entre el 70 y el 90 la ocupación femenina se duplicó en
Yucatán (pasó del 10.2 al 21.3%) resulta que entre el 90 y el 95 aumentó en un
81%. Esto representa no sólo a un salto tremendo en términos ocupacionales,
sino también una redefinición de la organización familiar y de las relaciones
de género tradicionales. Si estos datos tomados en noviembre de 1995 reflejan
el impacto de la crisis económica en el estado, lo que es probable pues
recordemos que en septiembre de ese año fue el mes con la mayor tasa abierta de
desempleo desde 1990 llegando a 5.0, tenemos que concluir que fueron las
mujeres las que se incorporaron con mayor fuerza a la PEA en proporción al
porcentaje que antes representaban en el 90 a nivel estatal. La necesidad
económica obligó a los hogares a enviar a esposas e hijas al mercado de trabajo
con mayor intensidad que en años anteriores.
¿Cómo se distribuía la población ocupada en el
95? La población ocupada masculina fue del 66% y la femenina fue del 34%. Es
notable la importancia del trabajo femenino en actividades del sector
terciario, que si bien son tanto urbanas como rurales, tienden a concentrarse
en las ciudades. Destaca su participación en el comercio y los servicios,
sector que por sí solo emplea prácticamente a la mitad de la población yucateca
y en el que casi la mitad de los trabajadores son mujeres (el 45.7%). Su
importancia en la manufactura tampoco es tan baja, pues representan mas del 30%
de las empleadas en el sector secundario.
Hay que señalar que la mayor parte del empleo
femenino en la manufactura se ubicó en la industria textil pequeña y mediana,
que por sí sola comprende a más de la mitad de las unidades económicas totales
del sector manufacturero de Yucatán (7,414 de 13,402 en 1993). En la industria
textil trabajaba casi el 40% del total del personal ocupado en la manufactura
en el estado. Otro fuerte detonante de empleo femenino en la conurbación
Mérida-Progreso fue la industria maquiladora de exportación . Sus 36
establecimientos dieron ocupación a 6,058 personas en promedio al mes durante
1995, de los que el 80% eran mujeres. La maquila de exportación fue uno de los
sectores que mejor resistió la crisis económica de 1995, creciendo un 25% con
respecto a 1994 y convirtiéndose en una de las alternativas de empleo más
importantes para las mujeres del municipio de Mérida, tanto de la ciudad como
de sus comisarías rurales.
La crisis económica de 1995 fue general para
toda la población, mujeres y hombres. En 1994 la población ocupada que ganaba 2
salarios mínimos o menos era de 46.6% en el primer trimestre. A principios de
1995 ya era el 50% y a fines de ese año llegó al 57%. Las condiciones de
trabajo empeoraron para todos6. La jornada de trabajo tendió a alargarse y los
asegurados permanentes registrados en el IMSS decrecieron. Si en enero del 94
eran 167,000 y en diciembre del mismo año 178,000, en enero del 95 comenzaron a
desplomarse llegando hasta 166,000 en septiembre y recuperándose levemente, por
arriba de 171,000 a fines de año7. Gran parte de este personal refleja el
desempleo en la construcción y el comercio de Mérida. El gobierno del estado
registró 8,025 solicitudes de empleo durante todo el 95, y pese a que 5,633 se
canalizaron hacia alguna vacante, solo 1902, menos de la cuarta parte de los
solicitantes, encontraron alguna colocación8. La crisis golpeo con severidad
los hogares meridanos impactando el nivel de vida de las familias. La
generación de empleo es el principal desafío económico de la entidad.
El desafío político
El más
importante desafío político del Yucatán contemporáneo estriba en la
construcción de la democracia, concebida no sólo como un mecanismo de
alternancia de los partidos en el gobierno, sino como una forma efectiva de
gobernar y tomar decisiones en beneficio de la mayoría de la población. En este
camino por el que Yucatán transita hacia el siglo XXI existen dos vías que
corren paralelas. La primera consiste en incrementar la participación ciudadana
en los procesos electorales asegurando que la mayoría de la población vote, que
el voto sea respetado y que existan partidos políticos con plataformas diversas
que actúen conforme a las leyes y las reglas del juego electoral.
La segunda vía es más difícil, pero sus
resultados son profundos y de mayor duración: consiste en la construcción de
una sólida sociedad civil, comprendiendo por esta el desarrollo de
organizaciones que más allá de los partidos políticos, se interesen y velen por
las necesidades de los ciudadanos y por el desarrollo de valores políticos de
carácter universal. La construcción de una sociedad civil que ponga en el
centro de su atención el interés ciudadano es un reto muy grande en una región
como Yucatán, que al igual que el resto de México se sustenta en una cultura
política de carácter corporativo, en la que son los intereses de los diversos
grupos los que orientan las lealtades, las demandas, las movilizaciones y hasta
los votos de la gente. El tránsito de los intereses particulares de los grupos
en pugna al interés general de la ciudadanía implica un cambio profundo en la
cultura política que sólo se logrará gradualmente.
A partir de 1952 el gobierno federal desplazó
y desmanteló al Partido Socialista del Sureste, volviéndolo un apéndice del PRI
e imponiendo su propio candidato a la gubernatura. Durante los sesenta las
principales manifestaciones de poder todavía surgían del control del campo
henequenero, pero después de esa década la importancia política del campesinado
empezó a declinar junto con la importancia económica del henequén. De esta
manera los grupos de población urbana comenzaron a ser importantes en la
política del estado. Esto no es nuevo, pues es indudable que la población de
las principales ciudades de Yucatán y en especial de Mérida no ha estado exenta
de expresiones de repudio o apoyo al poder. Motines, mítines y manifestaciones
se han dado a todo lo largo de la historia política del siglo XX. Pero a partir
de los setenta la concentración demográfica de la ciudad y su creciente
importancia como metrópoli de la región peninsular han hecho que el peso
político de sus habitantes vaya en incremento.
En las ciudades la población que se ha
expresado de manera más abierta y ha permanecido sujeta al clientelismo mas
fuerte por partidos políticos y grupos locales de poder han sido los numerosos
habitantes de las colonias populares, tanto colonos y migrantes recientes como
pobres urbanos, así como las diversas capas medias cada vez más empobrecidas.
Su participación se ha manifestado a través de movilizaciones populares a favor
de diversos partidos y candidatos, en un aumento constante de los porcentajes
de población que acude a las urnas a votar y en una mayor militancia en
partidos de oposición al PRI, principalmente el PAN y en mucha menor medida el
PRD.
Las organizaciones civiles que luchan por
intereses ciudadanos o bien por derechos particulares también se han
multiplicado, dando señales de la existencia de una creciente sociedad civil.
Pero estas, como por ejemplo la federación estatal de colonos urbanos (que
unifica a más de un centenar de comités de barrio) o el Frente Cívico, que
tiene un amplio poder de convocatoria entre numerosos grupos de la clase media,
sin perder autonomía acaban acercándose a las posiciones políticas de los
partidos o formando alianzas con ellos. Dentro de estas organizaciones hay que
destacar también la presencia de aquellas formadas de manera exclusiva o
mayoritaria por mujeres o bien constituidas para plantear reivindicaciones de
carácter feminista o femenino, como las relacionadas con el aborto y la
violencia sexual o familiar que suman más de una veintena o bien agrupaciones
femeninas que intentan influir en la actividad política desde una posición
conservadora, como Mujeres de Yucatán por la Democracia.
Estas organizaciones civiles, aunque no
agrupan a contingentes numerosos pueden
llegar a tener gran poder propagandístico a través de los medios de
comunicación, en particular el influyente rotativo local “Diario de Yucatán” y
en coyunturas políticas específicas, como por ejemplo algún reclamo de fraude
electoral, pueden tener también poder de convocatoria. Otros ejemplos de estas
organizaciones lo constituye el grupo Indignación, que investiga y reporta
violaciones a los derechos humanos, el Frente Cívico Yucateco 25 de Junio, que
surgió de un movimiento y derivó hacia la denuncia de violación de los derechos
humanos; el Frente Cívico Familiar, que vigila los procesos electorales y lucha
para aumentar la votación; el Movimiento
Ciudadano por la Democracia con fines similares y la Alianza Cívica,
representación local de la nacional del mismo nombre que agrupa a tres
asociaciones yucatecas preocupadas por los procesos electorales, la democracia
y la transparencia de elecciones. Casi todas estas asociaciones han surgido al
calor de los procesos electorales de los últimos veinte años, de una forma u
otra en oposición a las acciones del gobierno y del Partido Revolucionario
Institucional (PRI) y se ubican en posiciones conservadoras y cercanas al
Partido de Acción Nacional (PAN) a excepción de las que luchan directamente por
reivindicaciones femeninas.
En términos políticos el fenómeno más
interesante de los últimos veinte años en Yucatán ha sido el ascenso y
mantenimiento del PAN como partido de oposición. El PAN ha sabido capitalizar
los antecedentes históricos separatistas provocados por la lejanía geográfica y
cultural con el centro de México, que como ya hemos visto incluso se transformó
en proyecto político en el siglo XIX, así como la oposición ideológica al
Estado y al PRI como partido y gobierno surgidos de la revolución, que con
afanes centralistas eliminaron a los grupos de poder locales en la toma de las
decisiones políticas más importantes desde los años cincuenta. El panismo se
fortalece en Yucatán girando en torno a una posición conservadora, clerical y
sobre todo no violenta los distintos elementos separatistas, anti-gobiernistas
y antipriistas de la sociedad yucateca que en su origen no necesariamente eran
conservadores. Plantear una alternativa de cambio sin violencia disminuye
también los riesgos de la militancia política de la ciudadanía. El panismo
yucateco, además, es legitimado socialmente y fortalecido por el apoyo que
tiene del principal y más antiguo medio de difusión periodística de la
península que es el “Diario de Yucatán”, que con un periodismo de tono católico
y conservador y una circulación de entre 50,000 y 70,000 ejemplares es un
verdadero órgano creador de opinión pública en el sureste de México.
Yucatán ha sido plaza de Acción Nacional desde
1968, en que la Presidencia Municipal de Mérida fue ganada en las urnas por
Correa Rachó, un prestigiado abogado conservador y católico de clase media. En
los veinte años siguientes, aunque el PRI siguió obteniendo todos los puestos
de elección popular, el PAN continuó teniendo simpatizantes en Mérida pese a su
escasa presencia en el interior del estado. No fue sino hasta 1988 que comienza
a despuntar con verdadera fuerza en el horizonte electoral. En ese año, con el
30% de la votación total, el PAN obtuvo la diputación del distrito
correspondiente a la ciudad de Mérida. En las elecciones de 1990 por
presidencias municipales y diputaciones Mérida volvió a votar por el PAN y
contó con un presidente municipal de ese partido para el período 1991-1993,
refrendando además el 30% de la votación total a nivel estatal. En 1991, con el
35% de la votación total, vuelve a obtener un diputado federal por el distrito
de Mérida. En 1993 su votación sube al 37%, en 1994 al 41% y en 1995 mantuvo su
tendencia ascendente con un 45% de la votación total y aunque perdió por muy
escaso margen la gubernatura del estado, ha mantenido el control de la
presidencia municipal de la capital desde 1991.
Los otros partidos de oposición son una
definitiva minoría. En los seis procesos electorales que se dieron en Yucatán
de 1988 a 1995 la participación de todos los otros partidos de oposición
juntos, destacando el PRD, ha fluctuado del 1 al 5%. En el mismo período el PRI
bajó del 68% al 50% del porcentaje total de votación. Aunque todos los
gobernadores recientes que ha tenido Yucatán han sido del PRI, las constantes
divisiones y pugnas de los grupos de poder locales dentro del partido lo han
debilitado. De 1982 a 1995 Yucatán tuvo siete gobernadores. Solo cuatro llegan al
poder por procesos electorales. GracilianoAlpuche Pinzón (1982), Manzanilla
Schaffer (1988), Granja Ricalde (1994) y Cervera Pacheco (1995). Hubo también
tres interinatos Cervera Pacheco (1984), Dulce María Sauri (1991) y Avila
Heredia (1993). La convivencia de partidos en los procesos electorales, su
alternancia en el gobierno y una participación de la sociedad yucateca
organizada que tenga la capacidad de velar por los intereses de la mayoría y no
de grupos son los principales desafíos políticos de Yucatán para el siglo XXI.
Los desafíos culturales y sociales
En Yucatán se desarrolla una sociedad con un
acentuado proceso de cambio cultural. Tres son los aspectos que más han
influido en el cambio de valores, actitudes, conductas y expectativas de vida
de la población. El primero son las nuevas modalidades de integración a la
nación. El tradicional aislamiento de la península creó una sociedad con
características propias muy marcadas. Este aislamiento era real, pues hasta
1959 no existía una comunicación terrestre que permitiera unir con facilidad
a la península de Yucatán con la ciudad de México y el resto de la nación. La
forma de viaje más común era a través de transportes marítimos y en menor
medida por avión. Pese a ello, la ciudad estaba conectada al mundo.
Los patrones de una cultura mestiza que se ha
ido formando en un medio relativamente aislado durante un crisol de cinco
siglos, en los que se fundieron la influencia maya y la española, aún se
mantienen en vigor hacia el final del siglo XX. Gran parte de la población
rural y un pequeño sector de la urbana de origen maya, porta aún el vestido
tradicional y hablan la lengua maya. En Mérida aún existe bilingüismo y un
español cargado de palabras y acentos provenientes de ésta lengua, que forma
parte también del habla diaria de las clases media y alta. En Mérida más
personas llegarán al siglo XXI hablando maya que las que había cuando comenzó
el siglo XX, pues 90,000 personas, el 15% de la población, puede ser
considerada como indígena maya. Hay incluso más de 600 personas que son
monolingües y sólo hablan esta lengua.
El vestido, el idioma, (la situación bilingüe
o monolingüe), los estereotipos de conducta, la escolaridad y los niveles y
formas de consumo son los signos más marcados que diferencian los distintos
grupos sociales. En Yucatán se siente ya, sin embargo, un agudo proceso de
aculturación. No son sólo las clases medias y altas, "blanqueadas"
por el ascenso social de generaciones anteriores y vinculadas por viajes, lecturas
y televisión al extranjero, las que visten e intentan comportarse a la usanza
occidental, sino que la movilidad geográfica hacia los centros urbanos se ha
convertido en un nuevo mecanismo de aculturación, dentro de la estructura de
clase y de color de la piel a partir de los cincuenta.
La educación pública, un mercado de trabajo
más libre y de naturaleza urbana vinculado en especial a los servicios y el
comercio, han llevado a la adopción de formas de hablar, vestir, pensar y
consumir que ya no son las tradicionales, vinculadas a una cultura y un entorno
rural. La conducta se ha vuelto cada vez más citadina, en un proceso de
homogeneización occidental que ha creado un habitante urbano con una fuerte
herencia cultural del mestizaje maya‑español y un acentuado proceso de
identificación con nuevas imágenes y formas de consumo occidentales.
Si el primer proceso de cambio cultural
reciente ha estado vinculado a la urbanización, un segundo proceso que ha
provocado profundas transformaciones en Yucatán, al igual que en el resto de la
nación y del mundo, es la presencia de los medios masivos de comunicación y la
publicidad orientada hacia la creación de una sociedad de consumo. Si en 1935
en Mérida sólo existían dos estaciones de radio locales y unos pocos aparatos
en los hogares de la clase alta y media, a fines de los noventa se reciben dos
estaciones de TV locales, todas las nacionales y varios cientos
internacionales, además de una veintena de estaciones radiofónicas y hay miles
de aparatos de televisión y radio en casas de todos los niveles
socio‑económicos, así como un creciente uso de computadoras personales y acceso
a las redes internacionales de informática.
El enlace a las redes nacionales de TV, que se
dio a mediados de los setenta, marcó una nueva época en lo que a patrones de
consumo, habla, información y ocio se refiere. La cultura regional se volvió
cada vez más semejante a la del resto de la nación en torno a los valores
difundidos por la TV. Más que la escuela o la economía, la televisión ha
provocado una modificación en la cultura, rápida y al parecer duradera, que se
vislumbra como la verdadera homogeneidad cultural de México en un futuro
próximo. El yucateco urbano conserva aún la marca de su entorno cultural, de
sus valores y su historia. Es todavía el habitante de una región que se puede
diferenciar de otras, pero su integración a la cultura nacional es acelerada y
está mediada por los símbolos de los medios masivos de comunicación.
El tercer proceso a resaltar es la
diferenciación social. El mestizaje cultural provocado por los fenómenos
urbanos y los medios de comunicación se presenta de diferentes maneras en los
distintos grupos y clases sociales. En la población pobre de Mérida, en los
migrantes recientes del campo, en los barrios de empleados, artesanos y obreros
se ha desarrollado una cultura popular bastante homogénea. Esta cultura a
perdido mucho de los rasgos que servían en el pasado para identificarse como
maya: la lengua y el vestido. Se han ocultado también elementos que podían
identificar de manera directa con sus raíces mayas y rurales, como un mayor
conocimiento de la naturaleza, de las temporadas de lluvia y sequía, de la
mayor o menor bondad de los vientos o de las enfermedades provocadas por los
síndromes de frío/caliente, así como de los productos de la naturaleza que las
curaban.
La cultura popular urbana de Mérida es, en
muchos sentidos, semejante a la de otras ciudades de México. En medio de su
semejanza, sin embargo, aún mantiene rasgos que le confieren una
personalidad propia. Lo maya o quizás de manera más correcta lo
"yucateco" aún está presente, aunque se oculte y sea más difícil de
percibir en un primer acercamiento. Los jóvenes de las colonias populares ya no
hablan maya, pero conservan su acento al hablar español así como una miríada de
palabras y frases sueltas. El imperio de la Coca Cola y los alimentos chatarra
se ha establecido pero la gastronomía aún conserva guisos e ingredientes
tradicionales. El tiempo libre se dedica a la TV, pero en ocasiones en las
calles aún puede verse a los niños unidos alrededor de antiguos juegos
populares además del fútbol. Lo viejo y lo nuevo conviven en la actual cultura
popular, aunque es evidente el predominio de los nuevos valores, que se adoptan
en medio de una situación de pobreza creciente y para muchos grupos de
yucatecos, extrema.
En las clases media y alta la cultura regional
también se expresa, pero en ellas las características propiamente
"yucatecas" de la cultura son más difíciles de encontrar. De nuevo el
lenguaje y la cocina siguen siendo los bastiones más fuertes de los valores
tradicionales, que se manifiestan en el acento y en numerosos yucatanismos y
mayismos, así como en el gusto por los guisos locales. Por lo demás estos
grupos sociales son comunes a los de otras ciudades de provincia del país.
Conservadores, católicos por costumbre, poco abiertos a los cambios en los
roles de género en público, pero liberales y hasta libertinos en privado,
dedicados a la búsqueda de estatus y de movilidad social mediante la educación
de sus hijos e inmersos en la dinámica de consumo que a cada quien le permiten
sus ingresos.
Las clases medias están a la búsqueda
constante de asegurar su endeble posición económica y su mermado poder
adquisitivo mediante empleos estables, tratando de no descender socialmente,
aunque un gran sector de ellas ya se empobreció en Yucatán durante los ochenta
y noventa y llega al año dos mil un escalón social abajo del que ocupaban hace
veinte años. La clase alta también reducida intenta mantener en pie sus
empresas y ante la crisis económica ha buscado diversificar sus inversiones. El
consumo principal de la clase media se orienta hacia la vivienda, vehículos y
comodidades domésticas, en tanto que en la alta se añade la educación privada y
el consumo suntuario, que permiten la adquisición de estatus. Estos grupos son
los más influidos directamente por los patrones de vida estadounidenses y los
que se identifican con mayor fuerza con
los valores trasmitidos por la TV y el cine. La aceptación de estos valores se
da de manera diferencial y es contradictoria.
Se han asumido los ideales acerca de que el
sentido último de la vida es tener y consumir. Sin embargo, se tiende a
rechazar una serie de conductas que las acompañan pero que se consideran
nocivas, como la igualdad femenina, la libertad sexual, el aislamiento de los
miembros de la familia, el individualismo y la independencia temprana de los
jóvenes. En ese sentido la sociedad
yucateca aún es conservadora y no está tan influida por el estilo de vida de
las ciudades de los EU. La iglesia católica ha pretendido mantener en pie los
valores conservadores pero su influencia tiende a disminuir, pues aunque el 90 % de la población sigue siendo católica
de nombre no toda ella es practicante. El avance de las distintas iglesias
protestantes es muy importante, ya que entre un 7% y un 10% de la población se
afilia a ellas.
La educación es uno de los grandes retos que
enfrenta la sociedad yucateca. Del poco más de millón y medio de habitantes que
tenía Yucatán en 1995, casi la tercera parte (450,760) cursaban estudios entre
preescolar y bachillerato. La necesidad es más aguda a nivel de primaria y
preescolar, pues en estos niveles se ubicaban 300,000 alumnos, el 20 % de la
población total. Mantener a todos estos jóvenes y niños estudiando significa un
tremendo gasto tanto social como particular. Social, pues el estado costea gran
parte de la infraestructura y la planta magisterial que de ellos se encarga; y
particular pues los padres de familia dedican gran parte de sus salarios a
mantener a los estudiantes y a pagar los costos que se derivan de esta
actividad. Para una sociedad empobrecida el incremento previsible de estos
costos conforme lleguen a edad escolar las nuevas generaciones, significará que
será cada vez más difícil generar recursos para el mantenimiento de la
estructura educativa.
Tan imperativo como incrementar la escolaridad
es alcanzar una cabal comprensión de la importancia de la población indígena y
de la cultura maya en Yucatán. Hemos visto como a lo largo de su historia la
civilización maya ha marcado a este estado. Los mayas no sólo no han
desaparecido sino que han aumentado. La población que habla y entiende esta
lengua es todavía más que la que se encuentra en edad escolar, y en conjunto con
una minoría que sin hablar la lengua también se identifica como maya,
sobrepasaba las setecientas mil personas en 1993. Para sorpresa de muchos, más
del total de habitantes que tenía Yucatán apenas en 1960. De esta manera
resulta que en Yucatán hay más mayas al acabar el siglo XX que los que había
cuando terminó el siglo XIX.
Así, casi la mitad de los yucatecos son antes
que nada mayas. El idioma se aprende en casa a temprana edad y con el tienen
acceso a una cultura milenaria y a una visión del mundo distinta de la
occidental. Los valores, la naturaleza y el orden de las cosas adquieren un
significado diferente. Aunque el mundo maya es en principio rural y se centra
sobre las comunidades que se dedican al cultivo del maíz mediante la milpa, la
cultura maya sigue estando presente en las ciudades. Aunque muchos no lo
alcanzan a percibir y algunos hasta renieguen de ella, los mayas siguen
siendolo aunque migren a la ciudad y se vistan como citadinos. Otro desafío es
llegar a comprender como está sobreviviendo y redefiniéndose a nivel simbólico,
adoptando formas urbanas, la cultura maya de las ciudades de Yucatán.
Tal parece que la fuerza de atracción
tradicionalmente atribuida a la cultura yucateca está disminuyendo. Antes se
planteaba que en esta tierra, que de tanto no parecerse a otra se dedica a
copiarse a sí misma todo el tiempo, bastaban dos generaciones para que la
cercanía de los cenotes, el girar de las veletas y el sonoro vaivén de la
hamaca produjeran en cualquier familia extranjera una cabeza redonda y un
cuello corto, típicos de los yucatecos. Las camas, el agua potable y la
televisión parece haber eliminado esta fuerza telúrica. Ligerezas aparte, es
evidente que la sociedad yucateca enfrenta un profundo y cada vez mas rápido
proceso de cambio y enfrenta el desafío de mantener su identidad mientras se
moderniza y se parece cada vez más a otras regiones de México.
(1)Decimos “terciarización” entre comillas,
pues no creemos que el crecimiento de las actividades clasificadas
tradicionalmente dentro del sector terciario estén desvinculadas con la
expansión de la estructura productiva general. De hecho, existe una profunda
interrelación de todos los elementos de la estructura económica y una
vinculación del comercio y los servicios a la dinámica de los restantes
actores.
(2)Véase de Arcadio Sabido, “La oligarquía
henequenera. Algunos elementos fundamentales”, tesis de licenciatura en
sociología. Mérida, Instituto de Ciencias Sociales de Mérida, 1990. Los datos
de las empresas están tomados de su cuadro 10, pp. 121-124, y de los cuadros
20, 21 y 25, aunque se excluyen algunas empresas y se incluyen otras nuevas.
(3)En los consorcios yucatecos, hay que
señalar que las mismas familias pueden estar en más de una empresa o grupo,
asociadas a otras.
(4)Para hacer la selección elegimos el
apellido que mayor control y propiedad tiene sobre las empresas y excluimos a
los otros.
(5)Uno de los más importantes son los
descendientes de la familia Ponce. Algunos de ellos se han agrupado en el
Corporativo Peninsular.
(6)Encuesta Nacional de Empleo Urbano, INEGI,
1995.
(7)Archivos del Instituto Mexicano del Seguro
Social. Delegación Yucatán, 1997.
(8)Información del Gobierno del Estado de
Yucatán, 1997.
Material tomado de: Historia Regional de
Yucatán. Perfil Socioecnómico. Ramírez Carrillo, Luis. México 2000 Editorial
limusa- CONALEP-SEP ISBN 968-18-6032-2
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